Xoel López llegaba a Madrid para poner un punto y aparte a la historia de Atlántico. Su primer disco después de abandonar su alter ego, Deluxe, con el que tanto tiempo había convivido. Como el mismo explicó, toca devolver las canciones al lugar donde nacieron; América Latina espera de nuevo al cantautor.
Bien acompañado sobre el escenario por su banda, que son también sus amigos, abría la noche puntual, presentando Caballero a un público de toda España que había acudido a La Riviera. En pocos minutos, todos coreaban la historia de amor fallida que cuenta “El amor no es lo que piensas”. Sin tregua, Parando el tráfico, de Lovely Luna, se convertía en una cumbia con ritmos calientes, no sin antes enterarnos de que esta transformación le parecía al gallego y sus acompañantes sobre las tablas, una “travesura”.
Bien prietas en el Set List, las canciones iban calentando el ambiente, acompañadas de las explicaciones del protagonista de la velada, que con acento argentino relataba que Buenos Aires estaba compuesta para responder “qué carajo haces aquí, boludo?”
En el ecuador de la noche salía a escena Scott, y su curiosa historia. Internet, y una canción de Deluxe versionada, dieron forma a la amistad entre él y Xoel. En su graduación había hecho suya la canción, delante de sus compañeros que, según nos conto, no habían entendido ni una sola de las palabras que la componían.
Tras varias canciones con el toque de Scott, le tocaba el turno de “subir a la palestra” a Félix Arias, armado de su guitarra. Tierra era la elegida, para empezar con el mano a mano entre guitarristas que se traería con Xoel en las siguientes tres canciones. Era tal la energía que ambos desplegaban sobre el escenario que parecía que la noche no se terminaría jamás.
Pero no fue él, quien dejó morir morir las cosas, a pesar de ser la última actuación de este Atlántico, Réquiem (No fui yo) se escucho más alta que nunca pues todos los presentes decidieron que ellos tampoco dejarían morir la noche.
Del primer Bis volvieron al completo, con maracas, voces desnudas, en coros tan melódicos que quedaban envueltas las miradas de complicidad que para nadie pasaban desapercibidas. Suerte para los madrileños, que se contaban entre los presentes, que Xoel, dejo un hueco para ”El cielo de Madrid”, y así quedaron todos representados en las maletas viajeras de las vivencias que impregnan su música.
La noche tocaba su fin, con la armónica de Scott, y estaba pasando una vez más… todos rendidos a los pies de la música de Xoel López.
Llegaba la hora de irse, y un gallego despedía a otro, Juan de Dios, al cual pintaban de ermitaño que no saldrá jamás de su estudio de grabación coreaba el nombre de su amigo ni uno solo de los presentes podía parar de imitarle.
Solo decir… hicimos nuestra la frase “hace tiempo que no sonreía tanto”. Gracias Xoel López, y vuelve pronto! Adiós corazón.