Podríamos empezar esta crónica diciendo todo lo que Amaral nos ha enseñado, pero tardaríamos años en llenar folios y folios, pues cada concierto con los maños es una nueva enseñanza. Un nuevo día en el que todo lo que pasó en el anterior concierto ya quedó atrás.
La experiencia de salir de tu ciudad para ver un concierto, añade y suma a tu curriculum conciertil miles de sentimientos que amplifican tus conocimientos sobre lo que te hace sentir un tema, llenan con cada nota una sensación de seguridad sobre la elección de haber cometido la “sensata locura” de escapar hacia ese momento mágico, que al final es como un droga sana que te llena de energía.
Cuando se anunció el concierto en el Mombasa, un pequeño café regentado por el técnico de sonido habitual de los concierto de Amaral, Miguel Tapia, todos los que sabemos el nivel de “fanez” de los seguidores que arrastra el grupo Zaragozano, sabíamos dónde llegaría la locura extrema por conseguir una de estas entradas. Así fue, noches en la calle, frío, y poner el cuerpo al límite. Pero al inicio de la melodía de la Velvet Underground el sentimiento conjunto de palmas y vítores mezclado con un “ohh” conjunto, lo sana todo. Hay algo unánime entre todos los que hemos vivido un concierto entre giras, sabemos que lo que va a ocurrir a continuación es algo único, algo que nadie más sabe. Eso es en realidad la esencia más pura de Amaral.
Así con chal sobre los hombros de Eva, y el look vaquero de Juan, apartaban al público para poder llegar al escenario y comenzar su despedida de los incondicionales, como ellos mismos lo describían.
Sonaba un Theremin, y el resplandor ya no se hacía esperar más. Ya había llegado.
La potencia de la voz de Eva Amaral se expandía más allá de la decoración africana del Café Mombasa, llegaba a todos los rincones de su Zaragoza natal, las calles que la han visto nacer y crecer se enorgullecían de esas notas. Habitualmente Juan Aguirre completa magistralmente con su guitarra ese equipo, pero esta vez, que Tapia se encontrase a los mandos del control de sonido, nos hacía estar en un ambiente más único si cabe, y alterando el Set List que hemos vivido en los últimos conciertos, nos emocionaban.
Con Amaral aprendimos que las envidias, las intrigas que complican nuestras vidas no importan en la pompa de jabón, que el sol sale para todos un día más, que podríamos morir por vos, pero quizá, lo más importante cuando de un directo se trata, es que creímos en el Rock And Roll por eso estamos ahí, y sin duda no estamos equivocados. Así nos recordaron todas esas enseñanzas la noche del jueves, y las cantamos como si de un mantra se tratase.
El ambiente relajado de estar en casa, y sentirse en casa, hizo que Eva nos contara todo, mientras Juan guerreaba con sus pedales, hasta el particular club de la comedia con el que decía ser el único chiste que conocía. Si alguien le ha quedado alguna duda, a estas alturas de la noche, ni una de las almas que llenaban el Mombasa sentía que estuviera en el lugar equivocado, o que la lucha por las entradas no hubiera valido la pena.
Rogaciano nos dejaba sin aliento, y con los sentimientos a flor de piel, el espíritu de Chavela Vargas invade a Eva con mantón o sin el cuándo entona este tema. Mexicanos y Ticos podrían haber estado orgullosos, aunque no hubiera ninguno en la sala, pero pronto tendrán oportunidad de descubrirlo.
Montaña Rusa más melódica que nunca, daba paso al principio del final, y los temas que completaban Hacia lo Salvaje, a excepción de Robin Hood tocaban nuestros oídos con dulzura o desgarradora potencia musical.
Obligados a quedarse más tiempo sobre las tablas tenían hueco para rescatar temas que estaban fuera del set list, el momento de cambiar las cosas que nos brindan con Revolución da una inusual fuerza.
Sin nada nuevo en los bolsillos, pero con los brazos repletos de experiencias compartidas, el equipo de La Butaca Music se despedía entre sí, y de los maños. Nos vemos a la vuelta, esperaremos con ansias todo aquello que hayáis recopilado de vuestro viaje por tierras americanas, mientras seguimos cultivando todo lo que nos habéis enseñado, porque sin duda, yo, con Amaral aprendí.