León Benavente son ese tipo de grupos que con su anti-fórmula han llegado a conquistar un puesto importante en el panorama nacional actual. Simplemente cuatro músicos con sendas carreras musicales de años que se juntan para hacer lo que mejor saben con nombre de desvío de carretera. Con esa sencilla iniciativa y dando lo mejor de sí mismos, han logrado llegar a captar la atención de muchos, hartos de la música prefabricada.
Tantos eran los inconformistas, que de sobra tenían la capacidad de llenar la Joy Eslava, demostrando que en esto de la música aún podemos pensar por nosotros mismos. Abanderados por canciones que se tiñen de himnos, salían ante el público que con ansias jaleaba para que llegara al fin el momento de encontrarse cara a cara con Boba y los suyos.
Alfombras bajo sus pies, aire digno de su categoría. Sencillez en su actitud. Nadie diría que los componentes de la banda sentencian a base de post punk. No puedes imaginar lo que vendrá a continuación una vez que desencadenan el inicio de su espectáculo, igual que nunca sabremos que reza aquella postal que envío un remitente desconocido desde Portugal. Lo que podemos saber y relatar con toda nuestra seguridad, es que siempre que tenemos la oportunidad de ponernos frente a frente, nos queda claro que la experiencia en ellos ha dejado la huella adecuada para convertir lo que están haciendo en algo único, lleno de revelación y con el peso y aplomo necesario para que sin grandes florituras deslumbre a aquellos que se atreven a mirarlo fijamente.
Ninguno de los presentes esperaba estribillos pegadizos, ni ritmos vacíos, nada de música para no pensar, nunca podrás encontrar eso en un concierto de León Benavente. Solo has de ir buscando más. Buscando encontrar eso que en un Disco, o un Ep, te hacen sentir elevado al máximo exponente. Ese soplido cargado de intensidad que en medio de la Joy se transformaba en el huracán más potente y lograba levantar faldas, hacer rodar la cabeza de los poderosos, y transformar lo inmoral en algo digno de gritar.
Tiempo también para que uno de los culpables de lo que están viviendo les acompañara en Madrid. Nacho Vegas ocupaba el centro del escenario, flanqueado, como si de una guardia se tratase, por ellos, algunos de los que una vez fueron parte de su Troupe. A pesar de que en ese momento pegaba más una botella de vino, copas y velas, para dialogar sobre todo aquello que nos había llevado hasta allí, tocaba el turno del desmadre. Entre panderetas lanzadas al aire, guitarras que se negaban a salir de sus pies, y un Abraham desenfrenado que rodaba en un baile sin rumbo, conseguían que olvidásemos el espacio que nos separaba de ellos.
Enorme baile al compás, que se perdía por la inmensidad de lo que nos hacían sentir, y demasiado protocolo en un lugar como la Joy para que toda la dignidad que nos quedaba se evaporara. Envueltos en sudor, e ignorando la llamada a abandonar el recinto, no queríamos dejar que The End, con la grave voz de Morrison, fuese el final para ese noche llena de enormes momentos y canciones cargadas de razones para la revolución.
Salir al frío de Madrid sabiendo que el verano está cargado de un abanico de fechas entre las que podremos elegir para ver a León Benavente en toda la geografía española, nos daba cobijo y abrigo.
Autor; Shara Sánchez.