Cuando Nadadora anunciaban su retirada de los escenarios, contaban entre los motivos que no tenían el mismo tiempo para dedicarle a la música, y ello, a mí me llevo a una particular reflexión de lo injusta que es la vida en ciertas ocasiones, cuando haces lo que te gusta, lo haces bien, disfrutas con ello, pero las obligaciones cotidianas te hacen renunciar a tu sueño. Su concierto de despedida, en el teatro Lara de Madrid, lugar solemne donde los haya, y el día de San Valentin, era nuestra última cita para lanzarnos de cabeza a su especial directo.
Hay grupos que con su música nos emocionan, ellos lo hacen. Eso nadie nos lo podrá robar, ni el tiempo, ni la distancia. Formamos parte de la historia musical de nuestro país por conocer y disfrutar de Nadadora, y siempre nos quedarán sus canciones cargadas de un sonido diferente en el que la voz de Sara se refugia entre los instrumentos de los chicos que la acompañan.
Cuando en el vestíbulo del teatro esperaba pacientemente al inicio de la noche, ya podía percibir la responsabilidad que sobre mí se cernía; Escribir, con la piel de gallina, y lágrimas en los ojos, del que probablemente sea el último directo de un grupo, que me ha regalado canciones que me acompañaron en grandes, emocionantes, e incluso sórdidos momentos de mi vida. Que gran peso!
Se apagaban las luces, salían escena, y no es solo que el lugar que albergaba el concierto fuera señorial y majestuoso, con olor a sabiduría, es que sus pasos delicados y llenos de elegancia nos deslizaban al Invierno más profundo. Nada detendría ya el principio del fin.
Durante los primeros temas del concierto, todos los presentes con aire sobrio, sentados en nuestras butacas respetábamos el solemne momento, y a pesar de que Gonzalo y Sara nos habían invitado a levantarnos y cantar, nadie tenía la osadía de molestar al de al lado poniéndose en pie. Algo que no pudo durar, y por fin todos los presentes pusieron en marcha la maquinaria del mejor regalo que podíamos dar al grupo. Cantar, saltar, bailar… Disfrutar, en este último nado.
Y entre perdernos en Solo Sombra, dejarnos Incendiar, y 1987, veíamos a Sara colgarse su guitarra, transformándose así en un icono de deseo para el público masculino del Teatro.
Cada minuto que pasaba el tiempo de Nadadora se agotaba, y al volver de los Bises, Gonzalo sacó su lista de agradecimientos, en la que no se dejó a nadie en el olvido. Rematando con las bellas palabras; Gracias porque de no ser por vosotros esta caótica y maravillosa locura llamada Nadadora no hubiera existido.
Por última vez Sara Decía…. “He vuelto a repasar las marcas ceñidas a cada uno de tus huesos y he visto como el frío se ha quedado atrás” y yo solo podía pensar en aquellas palabras de Gonzalo, de ya tenemos canciones que podrían estar en un futuro disco. No habrá tal disco, no habrá más disfrute… no habrá más Nadadora, con profundo pesar.
Acababa el concierto, con un respetable en pie, aplaudiendo hasta enrojecer las manos. Que difícil debe ser decir adiós con esa imagen. Pero la instantánea que se queda en mi mente es el abrazo de los 5 componentes del grupo, un abrazo sincero, lleno de amistad y de haber compartido años de local de ensayo, escenarios, viajes y haber creado música. Un abrazo lleno de sinceridad.
Nosotros os devolvemos las gracias Nadadora, por darnos la oportunidad de conocer vuestra música, y suerte en este mundo loco, que se queda algo más vacío sin vuestra música.