
Placebo anunciaba que esta vez Madrid no se iba a quedar fuera del recorrido de la nueva gira, y marcaban el Palacio de los Deportes como punto de encuentro entre los sedientos de música que no estaban dispuestos a ver un show de la banda británica en la arena de un festival. Pero si algo hacía de sobra revalorizar la entrada, era la suma de LA al cartel. El grupo mallorquín ha recorrido parte del mundo tocando previo a Placebo, y consolidando su éxito fuera de nuestras fronteras; tocaba ahora llegar a suelo conocido y conquistarlo por méritos propios.
Dualize, el último trabajo de los LA, ha tenido todo aquello que una banda puede pedir cuando saca un nuevo trabajo al mercado. Ha empequeñecido el mundo para ellos, dándoles el poder de saltar las fronteras, tocar con bandas internaciones, y les ha hecho sobradamente conocidos fuera de su Mallorca natal. En ningún momento han olvidado que en las primeras filas de sus conciertos, hay gente que lleva desde los inicios. Por lo tanto, muchos de los que se apostaban en el Palacio antes de que se abriesen las puertas, eran algunos de los que han visto al grupo despuntar.
En todo momento el escenario se mantuvo a la altura de la banda, han crecido, y eso se nota, aunque aún tengan que lidiar con detalles técnicos. Madrid bailaba a ritmo de su disco, e incluso coreaba cuando Luis Albert dejaba el espacio en blanco al retirarse del micro para probarnos. La emoción podía sentirse y sin duda el feedback era esencial para ganar adeptos entre los que no sabían de su existencia. No se dejaron nada en el tintero. Dimas, Cubero, y Multet, representaron una coreografía perfecta capitaneada por Luis. Una coreografía pensada únicamente para el disfrute de los madrugadores asistentes. Y con 45 minutos de música sin interrupción, abandonaban el escenario para dar paso a los británicos.
Placebo, con Brian y Stefan al frente, salían dispuestos a romper nuestros esquemas en un millón de pequeñas piezas. Con un sonido perfecto, sin una sola fisura, y un castellano envidiable, en menos de un par de canciones tenían a los 5.000 que llenaban el formato Ring del Palacio literalmente a sus pies. Brillando al son de los leds que dan luz extra a su espectáculo, nos dejaban boquiabiertos, con un desfile de guitarras a las que sacaban el máximo rendimiento.
A lo largo de los años Placebo se han mantenido haciendo de la música que han querido un tremendo éxito, con las excentricidades de Molko como bandera. Sin duda hoy por hoy, pueden estar orgullosos de que el sonido que les acompaña, puede más que todo ese murmullo que durante años ha molestado como un zumbido a un trabajo, que siempre han realizado con la convicción de una gran banda. Con la oscuridad que siempre ha rodeado sus letras nos anunciaban que venían a Madrid a ser tan altos como el amor. Y vaya si lo eran.
Contorsiones imposibles para alzar las guitarras y que sonaran así mucho más estridentes acompañando su potencia incontrolable. La sordera post concierto era realmente un precio bajo cuando de disfrutar de un espectáculo que contiene tal energía se refiere. Y si de algo podemos acusarles con todas las letras, es de esa escasez que provocan los 20 temas que componen el espectáculo marcado esta gira. A todos los presentes se nos quedó realmente corto, por eso decir adiós no fue fácil, en medio del calor sofocante y la adrenalina que nos habían provocado.
A estas horas, el motor home de Placebo, estará sin duda apostado a las puertas del recinto donde tiene su próxima cita, pero en Madrid, seguimos conservando, atesorado, el sonido de sus temas dentro de nuestras almas.
Autor; Shara Sánchez.