En una época en la que apostar por la música en vivo no es un valor seguro (al menos no lo es económicamente), es de agradecer que salas como La Ley Seca de Zaragoza, nos den la oportunidad de comenzar el fin de semana con el rock guitarrero de Holywater.
Para empezar a meternos en situación, aparecían en escena los zaragozanos The Murnaus. La particular voz de la cantante, acompañada por su guitarra y la de su compañero, marcaba el camino. Pero la que de verdad nos impactó fue Diana, la batería, que a pesar de estar en un segundo plano, se ganó el protagonismo con sus precisos ritmos y cadencias.
Y tras su actuación, salieron al escenario los chicos de Holywater. Los vimos por primera presentando Wasteland en el Costello, en Madrid. Bueno, lo de “vimos” es relativo: Hubo tal afluencia de público que tuvimos que quedarnos al fondo y sentir la energía de los gallegos con la fe ciega (nunca mejor dicho) de que ellos estuvieran sobre el escenario. Nos quedamos con ganas de poder disfrutar de un concierto suyo con los cinco sentidos, ¡y qué mejor lugar que Zaragoza!, donde el cierzo y el mal tiempo no facilitan la asistencia masiva.
Abrieron fuego con Grow deaf with silence, apostando por la energía y la potencia desde el primer momento, sin guardarse ases en la manga. Simplemente muestran lo que hacen y demuestran que saben cómo hacerlo.
Mientras desgarran los temas de su nuevo trabajo, es imposible no fijarse en la peculiar imagen de los integrantes: Queda claro que el uniforme obligatorio para ser un holywater es barba (quizá por eso son todo varones) y rizos perfectos. En esto último gana sin duda el líder de la banda, Ricardo Rodríguez, cuya ensortijada melena vibra al ritmo de sus acordes.
Eso sí, en lo que nadie le quita el oro a Mito, el bajista, es en disfrutar de su trabajo. Con un look elegante pero informal (rastas y pantalones pesqueros), mirarlo era un espectáculo paralelo: Tocaba con rabia, saltaba, hacia coros en el aire, movimientos casi de clase de aerobic. Da gusto ver a gente que cierra los ojos y se entrega de tal forma que ni Bon Jovi en Madison Square Garden.
A las cuatro canciones, se presentan con un “Boas noites” que deja claro el origen de la banda. Nos resumen su propuesta y siguen con lo suyo que ya se ha convertido en lo nuestro. ¡Y de qué forma! Hay un chico en primera fila que ha hecho de la barra del bar, su batería y del botellín de cerveza, el mástil de su guitarra: Golpes de pelo al viento cual anuncio de melena perfecta, guitarrazos que ni AC/DC y se sabe las letras como si las hubiese compuesto él. El chaval no podría ponerle más energía ni aunque la banda fuese suya y la sala también. El cantante sonríe. Está claro que la acogida por parte de los maños es buena.
Así pues, en esta aura de confianza, el guitarrista, Martin, y Luís, el batería, piden una cerveza al camarero, así, en medio de la actuación. Cuando tocan en Madrid tienen más público, sí, pero estas confianzas de colegas en el salón familiar, solo se pueden tomar en Zaragoza.
Tras sofocar la sed, siguen con Deeper Down The Grass, otra de esas canciones que a pesar de ser puro rock, encierra un encanto especial que aunque no sea tu estilo musical, hace que te identifiques con ella. Agradecemos la claridad de la voz de Ricardo. A pesar de que canta en inglés, se le entiende perfectamente. Te dejas llevar por esa fuerza que te traslada a un universo fascinante y desconocido (sobre todo desconocido, porque por muy bien que él pronuncie, mi nivel de inglés es muy limitado).
Terminaron recuperando Similar, de su disco Tranquility. Una curiosa paradoja, ya que la actuación de Holywater fue de todo menos tranquila. Son rockeros y los miras, y ves que aunque su imagen pueda ser casual, su actitud es la viva definición de su música.
Sudan la camiseta porque el rock, si lo haces bien, es cansado y ellos lo llevan hasta el final (como dijo el maestro Yoda: “Hazlo o no lo hagas, pero no lo intentes”). El rock es simplicidad en la grandeza, hacen que parezca fácil la complicidad y maestría que les han llevado años de trabajo. El rock es pasar una lluviosa tarde de viernes en un pequeño garito con mucha historia y encanto en compañía de unos chicos que hacen y son rock and roll y punto (aunque algunos lleven pantalones siguiendo el canon del capitán Pescanova).