A veces el tiempo se toma su tiempo, a veces ni eso
Quién en un momento determinado de su vida no ha pensado que las letras, que con tanta genialidad interpreta Ana, ¿están escritas a imagen y semejanza de sus sentimientos?, o ¿del camino que va tomando tan irónicamente su vida? Puede que por esas letras, o puede que por el sonido tan impecable, musicalmente hablando que nos aporta La Bien Querida, las entradas para su concierto en la Sala El Sol estuvieran agotadas con bastante antelación a la fecha del evento.
Siempre que bajamos las escaleras que llevan a El Sol, me viene a la mente, y al alma, el peso que el lugar aporta a la música de este país, la cantidad de formaciones o solistas que han triunfado entre sus paredes y recorrido el pasillo que separa los camerinos del escenario. Siempre que veo allí a un grupo siento que hay una reciprocidad entre la sala y el grupo; se engrandecen mutuamente.
Así, mientras yo divagaba entre mis pensamientos, aparecían el escenario Frank y David, situándose cada uno en el sitio que marcaba el rotulo con su nombre, tras ellos Ana, con un look sexy que poco tenía que ver con esas faldas largas que ya son uno de sus emblemas. Con pocas palabras y más ganas de música que otra cosa, comenzaba su momento. La pantalla llena de psicodelia se fundía con el sonido de una batería eléctrica, y poco a poco nuestro corazón se encogía cuando escuchábamos Hoy, al ritmo de la frase “si la muerte es mirar y no verte” , y si algo en nuestros corazones se había quedado impasible, que David dejase caer su guitarra contra el suelo nos hizo estremecernos aún más.
El concierto fluía dinámico, sin pausas, el tiempo parecía apremiar y entre la diferente y variopinta multitud que llenaba de escalones para abajo la Sala, ni una diferencia, porque la música nos había unido.
Si alguna pega podemos ponerle al concierto, si algo no nos gustó de la noche del viernes, fue, no poder detener el reloj para disfrutar más, si cabe, de la música de La Bien Querida que nos conquistó hace ya TIEMPO.