Sin convenir en quién está la culpa, lo cierto es que podemos afirmar que vivimos en una época donde lo inmediato y efectivo ha llegado hasta los campos artísticos. La mayoría del público consume la música como si se tratase de un fast food donde las listas de festivales que repiten sus cabezas de cartel saturan las redes sociales y los que más venden son, en la mayoría de los casos, los más expuestos o los más simples. En medio de esta situación los valientes, los que no se conforman, suelen despuntar sobre la media atrayendo a los que no se doblegan bajo lo establecido. Ese es el caso de María Arnal & Marçel Bagés.
El dúo volvía a Madrid el pasado lunes para despedir 45 Cerebros y 1 Corazón, el disco que tantas alegrías les han hecho cosechar y lo hacían bajo el auspicio de otros inconformistas de manual: el festival Tomavistas en su versión ciudad. Con el cartel de Sold Out colgado desde meses antes de la cita, demostraban que no importa las veces que toquen en la capital porque su público aquí siempre responde positivamente ante sus visitas. El Teatro Nuevo Apolo abría sus puertas y los vecinos de la madrileña plaza de Tirso de Molina asombrados miraban a la marabunta preguntándose por qué tanto revuelo.
Por fin, con todo el público ocupando las butacas, daba comienzo el concierto usando como pistoletazo de salida esa desgarradora petición de silencio que precede a la canción que da nombre al disco. Directos y certeros, arropados únicamente por la sencilla escenografía que han usado toda la gira, conseguían desde el principio hacer aflorar las emociones. De nuevo reafirmaron que son expertos en remover la historia nacional para eliminar el velo que siempre la cubre. Ellos y por extensión su música, se han hecho dueños de esta peculiar forma de usar el folclore nacional.
También había cabida en su repertorio para esa versión tan suya de Miénteme del Niño de Elche acompañada de la expectación de muchos por si salía a acompañarles. Pero no era en esa canción, sino en La Gent, uno los temas que más les identifican, cuando el cantaor salía a arroparles afirmando que se merecían todo lo bueno que estaban logrando.
Después de dos bises y a pesar de tener las manos bien rojas de aplaudir, no nos quisimos ir sin hacerles una última reverencia antes de abandonar el teatro. Deseamos con todas nuestras ganas escuchar esas nuevas canciones que van a preparar y, que estamos seguros, irán firmadas con esa peculiar rúbrica que le otorgan a su música.
Autor; Shara Sánchez
Fotos; Carlos Toe