Madrid, aquí cabemos todos. Todos, con nuestros gustos, con nuestras diferencias, con el sentimiento de arraigo y desarraigo desarrollado a partes iguales y, sobre todo, con ese exacerbado ansia por disfrutar cada fin de semana. Sí, aquí, en esta ciudad nuestra que siempre tiene el plan infalible, donde los conciertos se suceden o se solapan, siempre hay un evento que te roba el corazón por encima de otros. Para nosotros esa fecha señalada en el calendario, es el Festival Tomavistas.
En cinco ediciones, esta descabellada idea de montar un festival anual en Madrid dándole prioridad absoluta al amor por la música, se ha convertido en motivo peregrinación para unos cuantos. Lo cierto es que cada vez más y la prueba irrefutable tras este lustro de vida es que por fin han logrado colgar el cartel de entradas agotadas. Mayo y este tiempo loco que nos acompaña últimamente, nos daba una tregua y el parque Enrique Tierno Galván lucía verde y soleado para recibirnos. A nosotros y a los otros dieciséis mil animales de ciudad que se ajustaban la pulsera en la entrada del recinto.
Viernes
Justitos, con el paso apretado y decidido, llegábamos al Dr Martens Stage a tiempo para disfrutar del rock enérgico de Niño Coyote eta Chica Tornado. De rosa uniformado, con melenas al viento y muy agradecidos nos hacían empezar sin medias tintas; saltos, consignas y puño en alto son imprescindibles cuando te apostas en el escenario para verles.
El Wondo Stage lo inauguraba la acidez de Ángel Stanich. Precedido por su banda y brincando, aparecía en escena uno delos compositores más sinceros de este país. Stanich no es de medias tintas y a pesar de que el tiempo más ajustado no le permitió su habitual (y necesario) speech, dejaba el peso a sus canciones, que no se quedan cortas precisamente. Pensábamos que la nueva altura del escenario, más elevada este año que anteriores ediciones, no le iba a permitir bajar a mezclarse entre la multitud, pero lo cierto es que parece que nada frena al vallisoletano cuando está en pleno énfasis del directo.
La cantidad de kms y ciudades que ha pisado junto a esta banda es casi innumerable y siempre les hemos disfrutado con esa sensación de empaste perfecto que transmiten.
El sol bajaba y Los Estanques subían las escaleras del nuevo Jägermeister Stage para dar uno de los mejores conciertos del viernes. Combinando a la perfección rock y psicodelia, dieron una lección enorme de música dejando bien claro porque este año han logrado colarse en casi todas las conversaciones que hablan de novedades patrias. Énfasis, teclados aporreados y guitarras con distorsión ensordecedora, les valieron como billete para llevarse todos los aplausos de un público que apenas cabía en las gradas. Recuerda este nombre, porque vas a escucharlo repetidamente este año, Los Estanques son sin duda una de las grandes revelaciones del 2019.
Con el ánimo por las nubes solo tuvimos que bajar un par de escalones para ponernos cerca de la mesa de sonido, pilotada por Carlos Hernández Nombela y frente a los Triángulo de Amor Bizarro. Salían de la cueva y sí, todo sigue más o menos bien como recalcaba Isa, pero sin duda mucho mejor cuando ellos están sobre el escenario. En sus cincuenta minutos llenos de frenesí guitarrero tuvieron tiempo incluso de desvelarnos dos canciones de lo que vendrá, pero sobre todo nos recordaron lo mucho que echamos de menos su sonido certero y directo. Tercera vez que pisan el Tomavistas en estas cinco ediciones y sí, todos tenemos claro que se lo han ganado a pulso a base de buena música y talento.
El escenario Dr Martens ha cambiado de nombre y patrocinador en estos años, pero es ya un viejo conocido de los Cala Vento. Balanceo, su último trabajo está recién estrenado y salvando los conciertos que dieron para los primeros fans que adquirieron el disco, solo se ha podido disfrutar en territorio Mejicano. Con canciones más maduras y confeccionadas con más experiencia Aleix y Joan siguen haciendo alarde de una frescura innata. Coreados y alabados, pueden afirmar que fueron otra de las sensaciones vibrantes del viernes, llevándose de calle al público madrileño.
Tocaba el turno de los internacionales y los esperadísimos Cigarrettes After Sex se plantaban con austeridad ante un anfiteatro repleto. Demostrando un preciosismo extremo, tuvieron que lidiar para bajar el ansia que habían desatado las anteriores bandas. Desde nuestro punto de vista, el ambiente no hizo justicia a unas canciones exquisitas que se aprecian más cuando son escuchadas con calma y sosiego.
Pero si hablamos de bandas esperadas, podemos encender los neones que acompañaban la presencia de Beach House en el Tomavistas. Hasta el Telediario de la 2 tuvo momento para anunciar la presencia del dúo de Baltimore en uno de sus dos conciertos únicos en Europa. Con un aire que nos dejaba congelados y un escenario sombrío lleno de estrellas sentenciaron que los más adeptos pudieran afirmar que tras su concierto bien había valido la entrada completa del festival.
Tras su actuación buscábamos la salida del recinto entre conversaciones que hablaban de magia y frío a partes iguales.
Sábado
Ducha y café rápido para abrir los párpados lo suficiente. Tomavistas es perfecto para las familias y como tal, nos invita a llegar antes de comer al parque para disfrutar de alguna de las bandas con más repercusión. Este año Cariño o Soleá Morente eran el reclamo para que muchos se apostaran en los jardines que delimitan el paseo al escenario Dr Martens. Un buen número de niños luciendo camiseta de los grupos que más les gustan a sus papás, bailaban y correteaban entre la multitud demostrando que si los festivales están bien pensados, hay sitio para todos.
Pero si antes de comer alguien hacía que a los presentes se rindiesen a sus pies, ese era Enric Montefusco. Es otro de los nombres que se han repetido a través de la historia del Tomavistas y siempre con la misma sensación generalizada: la de una actuación sobresaliente.
Tocando corazones y dándoles forma, dejaba claro que a muchos no les importaba en absoluto haber dejado la comida de lado para disfrutar de su show. Pero si el estar rodeado de fans se hacía notar, nada era comparable al momento que se creó cuando el escenario se quedó sin potencia. Entre el público y subidos a cuatro sillas, la banda consiguió silenciar por completo a los que se congregaron a su alrededor para escucharles sin amplificar. Entre gritos de “otra, otra” se marchaban aunque bien podrían haber acaparado el festival entero para ellos sin ningún problema.
Frankie and the Witch Fingers cerraban la jornada mañanera con toneladas de reverb y los amplis a todo volumen dando paso al terminar a la sección australiana del festival, dicho sea de paso, sección que nosotros esperábamos con más ganas que nadie. Primero Stonefield en el Wondo Stage al que muchosllegaban sin saber muy bien ante que se iban a encontrar y oye ¡SORPRESA! Estas cuatro hermanas no solo poseen el talento suficiente para subir al escenario y dejar boquiabiertos a un público que desconoce sus canciones, sino que también tienen el don de hacerlo con la mayor elegancia del mundo. A nuestro lado muchos comentaban, ¿cómo has dicho que se llaman? Prometiendo volver pronto a nuestro país, las Findlay se despedían de un buen número de nuevos fans rendidos por completo a esa psicodelia rockera que derrochan.
Después, les tocaba el turno a la otra banda de las antípodas (en este caso neozelandesa) del cartel. La frescura de The Beths es tal que han conseguido que rallásemos Future Me Hates Me, su álbum debut, de tanto escucharlo. Nunca podremos dar suficientes veces las gracias al Tomavistas por traer a Madrid a la banda de Elizabeth Stokes y la verdad, ellos respondieron con completa entrega. Bailamos, saltamos y gritamos cosas como ¡El Power Pop nos salvará! Mientras Liz intentaba contarnos cosas en castellano. Es curioso que al terminar su concierto fueran derechitos a disfrutar de Yawners.
Pero antes, nosotros hicimos una parada para aplaudir bien fuerte a Morgan una vez más. No vamos a contaros nada de ellos, ya lo hemos dicho todo. Si pensábamos que 2018 había sido su año, lo que va de 2019 ya lo ha superado con creces. Premios, concierto cada fin de semana y tocar más allá de nuestras fronteras son las recompensas que Morgan han logrado con Air.
El turno de Yawners volvía a colocarnos en el eclipse del escenario pequeño. Sol de frente para nosotros y de espaldas para Elena y Martín. Yawners son otra de las bandas con las que más horas hemos llenado nuestras conversaciones sobre música desde que les disfrutamos en directo el año pasado. Su álbum debut ha llegado hasta Austin y lograr que te rindan pleitesía en las publicaciones internacionales con tu primer largo, no es tarea sencilla. No tenemos duda de que en el Tomavistas lograron dar lo mejor de sí desplegando energía y guitarras (Gibson para la ocasión) con sonrisas directas a sus amigos y familia, que entre el público les alabaron con fervor.
Le tocaba el turno a la banda de moda. Carolina Durante han llegado al panorama nacional con muchas ganas de decir cuatro cosas sin cortarse y sobre todo, como afirmaron el sábado, de quitarle el trono a alguna de las bandas reconocidas que se repiten una y otra vez en los festivales. Agradeciendo al Tomavistas su labor entre tanto manido cartel dejaron claro que ni en lo más alto de la grada te vas a librar del “pogo“. Se graduaron “cum laude” logrando que desde los más pequeños de cada casa hasta los que presumen del más exquisito gusto musical se rindieran a su locura desatada, “Cayetanazo” incluido.
Los internacionales volvieron a bajar la euforia que habían desencadenado sus predecesores en el escenario y Spiritualized, con Jason Pierce sentado durante todo el concierto, dieron un espectáculo que realmente se apreciaría mucho más en recinto donde toda la atención se volcase en la finura de la banda que le acompaña. Entre esa crew, cabe destacar a sus coristas que tocaban el concierto acercándolo al góspel y regalándonos un espectáculo al que no estamos acostumbrados dentro de un festival. A pesar de que Deerhunter, aun con sus continuas peticiones de sube y baja de Bradford Cox con su técnico, lograron que el público aguantase el tirón no creemos que fuera nada comparado con lo que se ganaron Mucho o Joe Crepúsculo que pusieron un fin de fiesta patas arriba en esta edición cumpleañera del Tomavistas.
Así pues, un año más (y ya van cinco), le gritábamos desde lo más alto del anfiteatro: ¡Larga vida Tomavistas! Por favor, no nos faltes nunca.
Autora; Shara Sánchez
Fotos; Toe