Agosto está siendo el mes de regresar de un festival y volver a hacer la mochila para ir a otro. Así, con prisas y preparando todo en el último momento tomábamos rumbo a Aranda. Impresos en un papel los horarios del festival, con notas a los lados para saber cuando cenar, dormir, y todo lo que no estábamos dispuestos a perdernos.
La mochila del Sonorama contenía todo lo que íbamos a escuchar durante el viaje, no podían faltar nuestros imprescindibles, que se repetían en el IPod a pesar de estar en aleatorio. El sol de cara, nuestras Woodglass no querían perderse el momento, ropa vaporosa, para combatir el calor de la Plaza del Trigo.
Llegábamos a tiempo para ver a los chicos de Full, e instalarnos en la que sería nuestra esquina en la Plaza para el resto de los días, huyendo del sol y de salir calados hasta los huesos. Empujones, sensación de demasiada gente en este espacio tan pequeño. Pensamiento reflexivo, esperemos que la Plaza no este demasiado hueca por debajo.
La música daba comienzo para nosotros, habíamos marcado el pistoletazo de salida a un festival que con la primera tanda de confirmaciones ya nos tenía.
Sin duda, los grandes vencedores de la Plaza del Trigo han sido los chicos de Izal. Para ellos será el escenario principal de la próxima edición. Pero hemos de permitirnos el lujo de nombrar Héroes del mismo lugar a Pasajero.
Sabíamos a ciencia cierta que Aranda autoconversaría. Vaya si lo hizo! Perder la voz en el segundo concierto al que asistes es un mérito que solo la banda madrileña consigue. Notar una sonrisa en sus rostros, una energía indescriptible que se apodera de los presentes, un grito desgarrador de Dani Arias “echar agua ostias!”, así se las gastan y nos desgastan entre Accidentes y su Rock.
Especial mención merecen Tuya, a la altura de cualquier grupo de la escena americana, y si! Cantando en inglés, se comieron la plaza cual pastel. Dejando la más difícil para el final, nos entregaron todo lo mejor.
Para el día de la despedida dejamos que nos alcanzara la helada caricia de Igloo. Que a pesar de que fueron obligados a empezar con una hora de retraso, nos tuvieron pendientes desde Sinatra hasta Han Solo. Saltando, coreando y con una mirada al cielo.
Ya dentro del recinto, con nuestros vasos de mil usos, tragando polvo, disfrutábamos de correr de un escenario a otro sin descanso. A pesar de que el escenario Castilla y León era más pequeño, nos parecía engrandecerse a cada artista que se posaba sobre el.
Nuestros hermanos cósmicos de Mucho nos hacían forzar más la voz, sacaban de nosotros todo lo que habíamos llevado para el festival, una mezcla de ganas de saltar, cantar y bailar se apoderaban de nosotros recorriéndonos como un impulso. Nuestras pertenencias emocionales se desperdigaban en el trozo de asfalto que ocupábamos. Pero su solidaridad era tal que veíamos guitarras y pianos alzados en sus brazos, ¡vaya concierto copón!
León Benavente llegaban el segundo día para abrir el mapa de su música ante muchos que ni siquiera les conocían. El murmullo unánime entre los presentes era de asombro, y no digamos las redes, ardían entre comentarios de “queremos más y lo queremos ya”. Sin duda para ellos el Sonorama ha sido una gran plataforma para darse a conocer.
Rodando llegaban Delafé y las Flores Azules, era tiempo de las trompetas de la muerte. Entre sus mayores éxitos veíamos a Oscar saltar y anunciarnos que habían venido a hacernos bailar. Cambiábamos el Mientras beso a mi chico en la arena por un mientras beso a mi chico en el Sono. Simpáticos y divertidos era imposible decirles que no a coros, y bailes desenfrenados. Lejos de agotar nuestra batería parecíamos haberla recargado mucho más. El sonido de Delafé y las flores azules se muestra mucho más eléctrico que electrónico en este Tour.
Ya nos hemos declarado adictos a la Caffeina en más de una ocasión, su directo nos tiene completamente enganchados. Huimos de la simpleza de los que critican a este grupo que a cada paso que da se revelan aún más gigantes, pues no es sencillo hacer versiones de Coplas y cantarlas con el arte que lo hace Alberto Jiménez. Coplas llenas de guitarras estremecedoras, y a la vez dejando al descubierto corazones marchitos que descansan en modo avión. Si se puede otorgar una medalla más a Miss Caffeina, se la damos Álvaro, que lucía como bandera el emblema de Mucho en su pecho. Siempre hemos creído que el mundo de la música se engrandece apoyándose entre artistas. Bravo, nos dejamos las manos rojas de tanto aplaudir.
Todos los festivales han de tener un punto negativo, tal vez para demostrar que somos humanos. En el caso del Sonorama el agravio cometido hacia Havalina, cortando su espectáculo a falta de dos minutos del final, solo hizo que todos los asistentes a su concierto eleváramos aún más la voz para ayudar a cantar sin el apoyo de los altavoces. Sin quererlo, ese pequeño fallo se transformó en una buena dosis de moral para Cabezalí y los suyos. El sol se ponía ante la oscuridad de los temas que nos llevaban desde las hojas secas hasta H.
La veteranía de Maga salía al escenario en un espectáculo conjunto, anunciándonos con un toque de broma, que íbamos a ver a Maga y Los Ramones, pues de la mano iba su amigo Ramón Rodriguez, al que todos conocemos como The New Raemon. Las canciones con las que hemos ido creciendo musicalmente llegaban a nuestros oídos, nos refugiábamos en la cueva de Superman, y sin duda el anuncio por parte de Ramón de que iba a ser de las últimas actuaciones antes de retirarse al menos de manera temporal del mundo de la música, ponía el toque triste a la noche. Ramón, no te vayas ¡ Nos debes un baile.
Los mallorquines LA, tomaban un vuelo expres para ir y volver de su roquita. Apareciendo en Aranda apenas unas horas antes de salir a tocar, demostraban que están en otra dimensión, pues ni el viaje había afectado al impulso que les hace regalarnos su música. Demasiado corto el espectáculo, pero si podemos decir, que si tienes la oportunidad de vivirlo en alguna ocasión, lo hagas desde la primera fila. Allí te encontraras con la mirada penetrante del líder de la banda, al que no se le escapa ningún detalle de sus fieles seguidores. Desde el inicio de su repertorio nos mecía en sus brazos. Como si no hubiera un mañana, pues en realidad no lo había, las últimas fuerzas que nos quedaban las dimos como pago a sus canciones.
Sin duda el escenario principal es el más ansiado por los grupos, pero como asistentes al festival, nos dimos cuenta de que no es el que mejor suena, por una cuestión de enclave, y mucho menos es el mejor si quieres saltar al compás de tu música favorita, pues la tierra que congrega al público es una trampa mortal para las gargantas y mucho más para los asmáticos.
Sin duda ver a grupos pequeños encaramados en los lugares que habitualmente están reservados a los grandes es el mayor aliciente. Era el caso de Cyan, los catalanes salían a tocar con algún problema de sonido que no afectaba a las ganas de comerse el festival, como si quisieran descorchar todas las botellas de Ribera preparadas para la ocasión. No veíamos los equilibrios sobre el piano por parte de Javi, que no son ya tan familiares, pero eso no nos impidió rendirnos a los pies de Cyan en nuestra cita festivalera con ellos.
El buen rollo de Jero Romero llegaba haciendo eses, tratando de tratarnos bien, se disponían sobre el escenario ocupando espacio reducido, y esa fue una de sus claves. Sonando dulce, como cuando escuchas reír a alguien que te importa, regaba con picardía escondida en sus letras el calor que nos abrasaba. La imagen era espectacular, pues una luz naranja procedente del sol escondiéndose, bañaba una marea humana que con los brazos en alto se mecía.
El juego de luces festivaleras de Dorian nos cegaba, solo podíamos apreciar que nada se deja al azar cuando es la hora de los catalanes. Haberles visto en una semana dos veces, deja claro que su lugar en el espacio veraniego es un reclamo soberano. Por mucho que conozcas sus canciones de principio a final, el feedback que transmiten cuando están sobre las tablas, o se bajan de ellas para mezclarse con su público, deja claro que no hay horas de sueño que puedan compararse con ese disfrute.
Otra cita que teníamos clara antes de llegar al Sonorama, era con los chicos de Stay. Habían sido sinceros poniendo el punto de humor a nuestro especial, y no solo su música nos reclamaba, sino sus ganas de pasarlo bien y compartirlo. Guitarras, un toque garajero mezclado con sonido Britpop, no en vano han subido la escalera que conducía les escenario principal. Nos llevaron a su cuarta dimensión de la mano y sin dudarlo.
Para nosotros el Sonorama no es solo un festival, son grupos, personas que los forman, esos a los que te vas encontrando por el recinto, que igual te dan un abrazo que te hablan de Tailandia. Esas cosas que te enternecen y que recuerdas durante todo el año. No son pulseras de colores, es un espíritu que te une, es cantar con los que hace tiempo que no ves y con los que cantas habitualmente. Sonorama es mucho más que un festival. Sonorama es un sentimiento. Es por ello que si en la taquilla nos hubieran vendido los abonos para el 2014, ya los tendríamos.
Autor: Shara Sánzhez
Fotos: Mauricio Sanguino