Siempre recordaremos el inicio de Light My Fire, de los míticos The Doors, como una de las melodías que nos dieron forma musicalmente hablando. Ese sonido psicodélico que nos transportará siempre a la época en la que la formación, liderada por Morrison, estaba en el ojo del huracán por su polémica y por aderezar el mundo con el humo de sus cigarros.
En mi caso, uno de los primeros grupos que sonaba de forma repetida entre las paredes de mi habitación eran los estadounidenses, posters de Morrison y sus compañeros de equipo llenaban mi particular Rock and Roll Hall of Fame. Quizá es por eso que la muerte anoche del teclista del grupo, Ray Manzarek, no es solo una noticia más que abre los titulares del día junto con el café. Para mí, la muerte de Manzarek es una triste despedida de lo que me condujo hasta aquí. Cuando en mi adolescencia más temprana, escuchaba las letras retorcidas buscando la poesía en ellas.
Fundador codo con codo de la Banda, y aportando el característico sonido de su teclado, nos deja, después de haber luchado contra el cáncer, acompañado por su familia y amigos.
Hoy volveremos a escuchar The End, como casi cada día, con la pena en el corazón de decirle adiós de nuevo a otro de los Jinetes de la Tormenta.