El anuncio por parte de Amaral de una fecha para tocar en la madrileña Sala El Sol, en un acústico íntimo que recaudase fondos para colaborar en el proyecto Leaozinho, fue toda una sorpresa. Con este giro inesperado, de poder volver a ver al dúo zaragozano antes de su reconquista de Europa, las entradas tardaron en agotarse menos de 20 minutos, entre protestas y una web colapsada. Ni la culpa es de la web, ni la culpa es de la Sala El Sol, ni de todos los fans del grupo, la culpa solo la tiene la buena música, y el hecho de que seamos muchos rendidos ante lo que Eva y Juan aportan sobre un escenario.
Se abría la noche con la presencia de un peso pesado de la radio; Ángel Carmona, que además de ser la voz que me da los «sueños días» cuando aun estoy en el calor de mi cama, con su Hoy empieza todo, me aporta una razón de peso para no seguir odiando el despertador. Él es el padrino del proyecto en nuestro país y lo defiende a capa y espada involucrando a tantos artistas como puede, y así envía guitarras, recauda fondos, y hace todo lo que puede para ayudar a la favela de la Parada de Lucas.
Se sentaba en el taburete para abrir la noche guitarra en ristre. Si has escuchado alguna vez a Carmona, ya sabrás de que hablo cuando digo que no es solo un gran comunicador, sino que su voz es como un bálsamo, así, con esas características que acompañan a su presencia, en unos minutos tenía más que ganado al público. Se tomo la licencia de coger una de las guitarras de Juan prestada, cuando rompió una de las cuerdas de la suya, para así seguir con el deleite, invitando a Juan De Dios a acompañarle a las teclas. Johnny Cass, Bob Marley, y hasta Julio Iglesias, estuvieron entre los versionados de la noche, con bromas risas y la sensación por mi parte de que si había alguien en la sala que no supiera quién era Ángel, ya estaba totalmente enterado. Se despedía para dejar paso a Eva y Juan.
Que diferentes son los conciertos de los maños cuándo no suena su “himno de inicio” All tomorrow´s parties, no hay emoción previa, ni ganas vibrando dentro de cada alma, no hay palmas, ni pies atronando el suelo al ritmo de la pandereta. Hay un silencio de respiraciones contenidas, hay una emoción diferente que expresa, sé que lo que voy a vivir esta noche no será nada visto hasta hoy. El listón sube un punto en cada cita de estas características.
Delante Juan, saludaba, Eva se sentaba y ambos se pertrechaban de guitarra y theremin respectivamente, para iniciar el Show con un Esperando un resplandor, como nunca lo habíamos oído hasta el momento. Los más habituales ya sabían que ese toque ronco en la voz de Eva, indicaba que algo no iba como debería. Y si bien todos os hablaran del Gripal Sound, como ella misma lo denominó. Yo solo puedo ponerme una vez más a los pies de esta mujer, que no se amedranta, que no piensa en ella misma, sino en los que la admiran, en los que su música escuchan, en los que acabaron con las entradas en veinte minutos, o viajaron hasta Madrid para compartir la noche con Amaral.
En otras ocasiones, he podido ver a Eva Amaral, hacer esfuerzos/locuras con su voz, ante virus que intentan minarla, (he de decir que sin conseguirlo), y siempre noto esa conexión entre ella y Juan Aguirre, esas miradas de dos personas que tienen una comunión perfecta, y que además nos permiten escuchar la voz de Juan, pues siempre tiene un tono más alto en estos días que parece decir; ánimo!!
Y si del Set poco puedo añadir, porque fue Hacia lo Salvaje, puro y duro, como un diamante en bruto, los tres últimos temas fueron el regalo más grande que nos podían hacer. Empezando por ponernos a todos en pie con un derroche sobre humano de voz en las notas más altas de Rogaciano, el Huapanguero. Puedo decir que no sé si percibí algo entre sonrisa y mueca de dolor en la cara de Eva cuando ganó la batalla al tema. Universal, en la que nos recordaron su cariño y admiración por Lagartija Nick, y para cerrar su versión de Femme Fatale, de la Velvet Underground.
Así, entre un público que les admira, amigos, que se podían ver en la Sala, y mucha prensa, Amaral volvía a dar una lección musical, bajo los focos rojos del El Sol.