No es ajeno a ningún habitante de la capital que nos vemos sometidos por nuestro ayuntamiento a una estricta revisión del cumplimiento de las normas que ellos mismos redactan y adaptan a su antojo. Las salas y músicos a menudo son los que más sufren esa incordiante modificación con afán recaudatorio.
El concierto de Cyan y Ana Muñoz había sido aplazado y cambiado de recinto debido al cierre de la sala donde originalmente hubiese tenido lugar. Apostaban por un valor seguro y cambiaban fecha para poder tocar de nuevo en la Sala El Sol, el mítico lugar en el que durante 35 años los que aman la música han encontrado su refugio. Bien se cuida el equipo de El Sol de que podamos seguir llenando sus conciertos noche tras noche, cumpliendo todas las exigencias que les imponen.
Así pues, media hora antes de la apertura de puertas ya eran muchos los seguidores que consideraban que el tiempo esperado para disfrutar de este concierto había sido demasiado, y no podían evitar agolparse ante las puertas de color crema, que llenas de historia se abrían para una noche más.
Salía Ana Muñoz a escena, armada con su guitarra eléctrica, y con muchas ganas de darse a conocer. A pesar del poco respeto de algunos que no paraban de hablar, las primeras filas se mantenían atentas a sus poemas musicales, y disfrutaban de esa delicada manera que tiene Ana de emocionarnos. Su generosidad para con los presentes se sustenta sobre todo en ese toque cálido y lleno de sinceridad con la que nos canta, con la que nos dejamos rozar por esa voz que llena de matices que pinta cada lugar donde se encuentra.
Ya hemos afirmado en alguna otra ocasión que lo que hace Ana está dotado de sus súper poderes, pues logra calarnos hasta lo más hondo. Lástima que el tiempo reducido de su Show nos impidiera escuchar el por qué de sus canciones.
Llegaba el turno para los de Barcelona. La espera por parte de sus fans se materializaba en un aplauso coronado por silbidos de manera unánime. Muchas eran las ganas, y de forma recíproca, pues ya nos habían advertido; vamos a comernos vuestra ciudad.
Madrid adora a Cyan, y eso es lo que se vivió en El Sol.
Enfilando la hoguera azulada, recorríamos esa infancia llenándola de cenizas, mientras Javi no paraba ni un segundo de danzar por el escenario, a pesar de que la petaca de su micro parecía estar de acuerdo con los impedimentos que habían acompañado al concierto en su primera fecha.
Cantábamos, nos dejábamos mecer, pues que nada mejor que demostrar nuestro apoyo que al unísono de ese “no hay nada mejor estar aquí”. Y si la entrega era brutal, lo demostraban llevándonos, congelándonos, a través de la estela que nos marcaba la voz de Javi, desnuda, llena de magia casi susurrada en un acto de valentía total. En silencio absoluto cargado de respeto, disfrutábamos.
Si nos pedía que nos echásemos al suelo entre restos de cerveza, pues así lo hacíamos. Obediencia absoluta a las palabras de una banda que no dejaba nada en el tintero, hasta flamenco adaptado al pop rock era el regalo anticipado de Navidad que nos brindaban. Se hicieron esperar los chicos del reflejo azul, pero eso solo había hecho aumentar las ganas que ellos, y nosotros, poníamos a la cita.
Gracias, por una noche mágica en El Sol, en la que incendiábamos nuestras ganas del directo de Cyan, pero solo el tiempo justo, después como un fénix, volvíamos a sentirlas una vez más.
Autor; Shara Sánchez