Suelo dedicar los títulos de mis crónicas a comentar cosas bonitas y evocadoras: lo guapa que está siempre esta mujer, la increíble voz que tiene, o el hecho de que solo ella podía hacer que deseáramos con ansias que llegase el domingo por la tarde. Pero esta vez quiero que quede claro desde el principio que la palabra “autenticidad” está inspirada en Carmen París: primero nació ella y luego ya inventaron el concepto.
Volvíamos al ya célebre Teatro de las Esquinas de Zaragoza porque la gran dama de la jota fussion presentaba su último trabajo “Ejazz con Jota”. La virtuosa banda formada por saxo, trompeta, trombón, batería, contrabajo y piano (todo se queda corto para acompañar semejante voz) arrancó con la obertura inicial. Y seguidamente apareció la jotera interpretando “Noble y Bravía/Noble &Brave”, porque a nadie más se le podía ocurrir hacer jotas por jazz en inglés y en español.
Desde el momento en que canta el primer verso empiezas a preguntarte como es posible que quepa tal chorro de voz en un ser humano aparentemente (solo aparentemente) mortal y además estando tan delgada (no es como la Caballé, que es evidente que tiene espacio de sobra donde almacenar la voz). Con sus característicos giros vocales nos guía a través de la fuerza y la pasión que le imprime a cada canción por un universo sensorial muy diferente al que proyecta cualquier otro tipo de música de esa que hacen el resto de artistas del mundo.
Y no solo en eso se distingue del resto: desde que la vimos en el Teatro Principal, su traje de jotera del siglo XXI ha evolucionado. El detalle más importante ha sido el corpiño negro que sujetaba la falda y el chal: la vez anterior tuvo un ligero problema porque ambas cosas se le caían y tenía que hacer movimientos erótico sensuales para evitarlo (la gente normal no lo notó; luego estoy yo, que con lo de la ropa tengo una fijación, soy de las que visten hasta al perro y me llevo serios mordiscos por ello). El caso es que esta vez no han hecho falta apaños y de nuevo he sido consciente de que cualquier otra persona se viste así y la matamos pa’ que no se reproduzca, y sin embargo a ella todo lo queda estupendamente.
Y entre movimientos de falda y golpes de chal, nos ha explicado “The cry of the nightingale/El llanto del ruiseñor”, que es la canción con la que surgió este disco. La cantautora participó en un proyecto que consistía en musicar un poema turco traducido al inglés. Carmen, que todo lo lleva a su terreno, pensó: “Si lo puedo hacer con el turco, ¿por qué no con las joticas? Y oye, me ha quedado cosa fina.” Si cobrase un plus por cada risa que desata con sus comentarios, probablemente ahora no solo sería suya la jota sino que también habría podido comprar en propiedad el resto de letras del abecedario. Y así, nos ha enamorado de nuevo con esta canción dedicada a aquellos que son extranjeros en su tierra natal.
Otro de los temas de Ejazz es “Little chain of gold/Cadenica de oro”. Aquí nos ha comentado las diferentes versiones de esta jota que circulan por España: “Suelen decir que la cadenica se me cayó ‘a la mar’, pero en mi pueblo dicen ‘al lavar’….Da exactamente igual porque la he cambiado: solo con cambiar una palabra, cambia todo el significado”. Esto es una metáfora de la carrera de la propia artista: no deja nada como está, a todo le encuentra una forma de reinventarlo, de mejorarlo, de hacerlo más universal.
Y otra enseñanza de este estilo nos da con “Hija de la gran madre”. “Está inspirada en una canción de misa, ‘Juntos como hermanos’. Quiero reivindicar que no solo salen cantantes buenos de las Iglesias de Estados Unidos, también de la Iglesia de Utebo, mi pueblo. Eso sí, le he metido un buen viaje a la canción para adaptarla a mi situación.” Con situación se refiere a la traición de una amiga y respecto a esto nos da un consejo que no me resisto a citar: “Por afanes de entrepierna se comprueban lealtades”. Ahí queda eso, tiene más razón que un santo de Iglesia (de Iglesia de Utebo, por supuesto).
También hay lugar para canciones de su primer disco. Con “Entre tus manos” la voz de Carmen nos acaricia y envuelve en una calma y una paz infinita, vamos, un nirvana parisino del que andamos muy necesitados. Y “En mi pecho”, al igual que “Savia nueva”, es una canción con la que la artista se ha resarcido, ya que en su anterior discográfica (cuyo nombre no diré para no hacer publicidad negativa, ya me diréis que publicidad necesita la Warner…) no la dejaron hacerla como ella la imaginaba. “Ahora la he hecho como me ha dado la gana, que para algo lo he hecho todo yo”. Decidme cuantos artistas conocéis que sean tan claros y sinceros.
Y si hablamos de canciones antiguas, no podía faltar la joya de la corona: “Jotera lo serás tú”, la canción con la que elegantemente Carmen mandó a tomar viento a todos los que no saben apreciar que su arte va más allá de las normas preestablecidas. Lo hizo mezclando todo tipo de estilos y ahora la ha vuelto a fusionar, con lo cual “solo me falta hermanarla con Japón”. A esto sí que me niego. Si pretende hacerlo, que venza su aversión a la tecnología y visite el imperio del sol naciente a través de Google Earth. Y estoy totalmente en contra por una cuestión: cada vez que Carmen viaja, paso miedo de que allá donde aterrice, sea un lugar en el que, a diferencia de este país ciego, sordo y corrupto, sepan apreciar la buena música. Imaginaos que en Japón realmente basan la cultura en el talento y en apoyar a la gente que hace cosas diferentes y busca no solo transmitir emociones sino también abrir la mente; nos quedaríamos sin Carmen en cuanto pusiera un pie en el aeropuerto. No nos podemos permitir que una de las personas con mejor voz de España y sin duda la que mejor acento maño tiene, acabe en un país en el que comen pescado crudo (en serio, que por muy vago que seas no cuesta nada darle una pasadica por la sartén para no llevar la misma dieta que un oso pardo).
Para echar la despedida, la maña eligió “Mucho ringo-rango” e invitó al público: “Quien la quiera bailar que se lance”. Obviamente nadie fue tan estúpido de intentarlo. Bailar algo al lado de Carmen París, que se mueve con una gracia y una elegancia que solo ella tiene, sería como hacer una versión de Beethoven en heavy metal, una aberración, un sin sentido. Es una mujer capaz de llenar el teatro sin ni tan siquiera abrir la boca, ¿sabéis esa frase hecha de “tener tablas” sobre el escenario? La París tiene varias carpinterías.
Nos contó que “Esta canción también es terapéutica, me salvo haciendo canciones”. Gracias, gracias, gracias de todo corazón por salvarnos a nosotros también. Gracias por hacer letras que no buscan solo la belleza, si no que profundizan en la esencia del ser humano, en su relación con la ciencia y con el medio ambiente. Gracias por denunciar y hablar de lo que nadie habla porque no es comercial. Gracias por ser la única artista del panorama actual de la que realmente se puede decir que hace algo que no hace nadie más, que tiene un estilo que solo se puede definir como ella misma. Gracias por hacer que cada vez que salgo de una actuación tuya sienta que algo ha cambiado en mi forma del ver el mundo. Gracias por convertir una tarde de domingo en el máximo exponente de la diversión y la emoción.
Gracias por salvarnos de la mediocridad, gracias por ser Carmen París.
Autor: Marta Asensio