Cuando Davile Matellán propone, y ellas disponen, el resultado es una noche de viernes en El Rincón del Arte Nuevo, montados en un dirigible, rodeados de amigos, y con la sintonía perfecta. Y es que este señor con barba, que escribe y canta canciones, tiene la buena costumbre de rodearse de bellas voces femeninas y así endulzar un poco más si cabe, su música.
Con un molinillo de viento, prendido en la solapa de todos los asistentes, guitarra en manos de Davile, y nosotros acoplados en el reducido espacio que nos brinda el Arte nuevo, nos preparábamos para comenzar la velada.
La primera en subirse a las tablas y dar su reflejo en los espejos que la rodeaban, era Ángela Biedma, suerte que la dejábamos apurar su cerveza antes de subir, pues tras cantar con el anfitrión de la noche, nos contaba/cantaba una historia de desamor. Apenas se podía escuchar la respiración de los presentes, silencio riguroso, y atención máxima para la historia de Ángela, para su voz, para ese solemne momento.
Una melódica!!! Mis acompañantes y yo, no nos podíamos creer que Adriana Moragues hubiese puesto ese punto inimaginable a la noche. Ninguno de los presentes lo hubiera adivinado ni en las quinielas más locas. Así como si me encontrase en la clase de música de la escuela me dejaba llevar.
En el sube baja espectacular del mini escenario, le tocaba el turno a Vega. Con su nuevo look, y una mirada tierna hacia su compi de sarao, desenrollaba el pie de micro, como si las ganas que le fuese a poner se vieran atadas por el cable. Siempre que escucho su voz, me doy cuenta de una afirmación tremenda, por más familiar que me resulten sus registros logra sorprende, emocionarme y darme una visión diferente de su tono, cargado de un tinte amargo que estremece. No hay Tragedia Griega que soporte la tensión de este dueto. Que grande el momento, que pequeños nos sentíamos los que lo contemplábamos. Seguía el silencio sepulcral invadiendo el Arte Nuevo.
Por fin llegaba el turno de Itziar Baiza, que con su sonrisa iluminaba la penumbra. Momento inolvidable al grito de Yehaaa cuando Cárdenas, y Dani acompañaban las voces con un Ukelele y una pandereta. Ya íbamos volando en el más alto de los globos que Davile crea para nosotros, ya teníamos incluso algunos de nosotros, alas propias que nos daban derecho a volar.
Y entonces tome conciencia de que el silencio ya no me llevaba a ningún sitio, porque yo también soy un ser eólico desde que la música de este señor con barba llegó a mi vida, y porque yo también quería cantar, quería seguir ascendiendo en la noche hasta perderme en el cielo de las letras, de la melodía, de las voces. Así el Rincón comenzó a cantar alentado por unos pocos incautos.
Una vez Davile me preguntó, tú te quedas, no? Mi respuesta fue, Sí, por supuesto, ya soy un ser eólico más. Ahora añado un punto más a esa afirmación, lo soy y lo seré de por vida.
Conclusión de la noche, mantén la calma…. Pase lo que pase, mantén la calma porque siempre te pueden volver a sorprender.