Con una instrumentación que adornaba la voz de Sara, vocalista de Migrain Sq, comenzaba la noche.
Entre los tímidos rayos de luz que descubrían la música de los de Teherán, se filtraba humo blanco anunciándonos que lo que íbamos a ver a continuación venía cargado de la magia y el sentimiento de Madame Buttercry.
La música de los iraníes bien podría encajarse en una BSO de película, de esas que te llegan al alma y a las cuales no puedes renunciar jamás una vez descubiertas. Cautivos de sus redes, en tono de violines y bases electrónicas, llegaba un poema de Lorca a ser recitado entre las paredes del Price, y coincidencia o no, la escena se teñía de rojo.
Mientras todos ensoñadores, pensamos en la canción que nunca diríamos, los esquemas caían y la música nos demostraba una vez más que no entiende de fronteras o culturas, la música habla el mismo idioma, y así nos hablaba para empezar la noche con apuesta multicultural.
Tocaba el turno de los catalanes. Volvíamos a habitar el mundo de Ruidoblanco meses después, y dejábamos que nos demostraran de nuevo que la fragilidad de la que hacen gala es fácilmente transformable. El sonido del Price hacía que se engrandeciera y magnificara esa música que nos da la última versión de nosotros mismos, pues siempre saca a relucir nuestros sentimientos más ocultos.
Nos hacían identificarnos, saltar y temblar de emoción, como es costumbre en sus directos.
Con poco que añadir, más que el cambio de guitarrista, nos dejaban desaparecer entre las notas, y un escalofrío que recorría nuestra espina dorsal, con la promesa de regresar en otoño para seguir cautivándonos y demostrando que un EP que ya sonaba redondo, podría incluso llegar a adaptarse al italiano.
El plato fuerte de la noche salía con botella de vino blanco en la mano izquierda y una Fender en la derecha.
El directo de los británicos es diametralmente opuesto a su sonido grabado, pues si siempre nos había parecido un grupo para poner en los momentos más calmados, con un buen vino y relax después de una dura jornada, nos abrieron un camino que no conocíamos a su música.
Bailando y cantando pilotamos el avión de la compañía Fanfarlo para llevarlo a lo más alto. Tocaron nuestros puntos rítmicos haciéndonos entrar en un éxtasis de calor y dejándonos llevar por su música. Dando muestras de que les gustaba el comportamiento desatado español incitaban al público que había cambiado la terraza de verano por el frescor y la esencia de la música.
Con una seguridad por encima de muchos de los grupos que hemos visto en directo este año, dejaban claro que Fanfarlo arrasa en la escena europea porque su música sentencia.
Un bis escaso por la limitación horaria de la noche madrileña nos dejaba con los labios llenos de una miel intensa, pues los tres grupos que había rozado nuestra alma nos daban razones de peso para irnos a casa pensando en que el sueño de una noche de verano puede perfectamente ser un verano en la villa.
Autor: Shara Sánchez