El pasado sábado, los madrileños Inlogic daban en Zaragoza el último concierto de la gira Vasijas. Por tanto era una cita tan obligada como esperada. La Ley Seca volvía a ser el escenario de una catarsis colectiva de rock, energía y complicidad.
Los primeros en enfrentarse a la sala abarrotada fueron Libens con su rock intimista y personal. Presentaban su disco “Diapausa” con canciones de letras cuidadas y melodías elaboradas como “Miedo” o “Ciudad dislexia” (aclaración: aunque el nombre de esta última pueda recordar a Mario Vaquerizo, no tiene nada que ver; esto es mucho más bonito y conmovedor).
La fuerza que el grupo irradia a cada acorde se propagó por la sala desde el primer minuto: la gente coreaba todos los temas, daban palmas y saltaban con más entusiasmo que los artistas del Circo del Sol (la elegancia igual no era tanta, pero el frenesí ya os digo yo que sí). Aquí quiero mandar un saludo al chaval tamaño padre de King Kong que me tocó al lado y que mostraba y demostraba tanta euforia que redujo mi espacio vital al de una pulga, ¡gracias, majo, pero al próximo nos colocaremos separados!
Anoche Libens no fueron teloneros, fueron la primera parte de una tormenta eléctrica cargada de emociones y desbordante de talento.
El segundo asalto corrió a cargo de los micros de Inlogic. Demostraron que tras diez años, sus Vasijas están cargadas de energía en estado puro y rebosantes de complicidad. El garito estaba repleto de gente que había viajado incluso desde de Madrid para no perderse la cita y os aseguro que el viaje mereció la pena.
Arrancaron con la canción que da título al disco y utilizaron el lenguaje limpio y honesto de sus guitarras, bajo, teclado y batería. La gente adaptó sus movimientos a los ritmos y cadencias de la música; la comunión entre público y banda fue tal, que los corazones latieron al ritmo de canciones como Memories o Love. Hicieron de su música, nuestra música y la gente lo supo agradecer; sobre todo mi compañero de antes, que si me aplastó yendo sobrio, a las cinco cervezas (el nombre de la sala le resbalaba) me sentí afortunada porque lo último que iba a escuchar antes de morir iba a ser el rock sin artificios de la banda madrileña.
Por suerte, la música todo lo cura y sobre todo si se aplica en forma de canciones como The believer, que Óscar, el cantante, comentó que “Nos trae buenos recuerdos de cuando éramos teenagers” (ni que ahora fuesen centenarios; los ve Madonna y deja a su toyboy actual por cualquiera de ellos). Con ese espíritu adolescente coreamos el estribillo y levantamos los brazos al ritmo de una música que está hecha en tres dimensiones: para oírla, sentirla y vivirla.
No solo nos hicieron disfrutar y compartir su pasión, también nos dieron consejos vía So goes life: “Así es la vida, hay que luchar, amigos”, nos aleccionaba el vocalista. Desde luego la música es un campo de batalla en el que suele estar todo en contra, pero con el trabajo y el amor por lo que hacen, tienen armas de sobra para abrirse camino.
Una amiga que tiene la santa paciencia de acompañarme a los conciertos (además de un gran oído musical) me comentó que le encanta el punto country que tiene el grupo, sobre todo en canciones como “I heard you back again”. No en vano, el rock&roll nació del country. Inlogic manifiesta así que su música ni tiene fronteras ni se puede encasillar.
Agradecieron la entrega del público maño y el frontman añadió algo que a mí me llegó al corazón con más intensidad que ninguna declaración de amor: “Gracias a la Ley Seca porque los baños están muy limpios y muy bonitos”. Hace unos meses, escribí sobre el concierto de Rusos Blancos en esta sala (buscad la crónica y leerme, me os recomiendo a mí misma: no sé de música, pero pongo muchos adjetivos y a veces digo cosas graciosas) y dediqué todo un párrafo a alabar semejante oasis de creatividad y limpieza. Con esto comprendí que el grupo no solo tiene el don de crear arte, sino que además saben apreciarlo hasta en los lugares más insospechados.
Además nos dieron una primicia: “Ya estamos componiendo para el quinto disco, que va a ser de sevillanas. Empezamos con el punk rock y hemos ido evolucionando”. Hombre, aquí somos más de jotas, pero tratándose de unos chicos con tanto sentido del humor, nos adaptaremos tanto si hacen sevillanas como si deciden hacer versiones en heavy metal de la Pantoja.
Terminaron con más bises de los previstos porque los allí congregados no queríamos volver a la realidad. Salimos con la sensación de que la música, si se hace bien, si es sincera, no entiende de idiomas, ni de estilos, ni siquiera de fans enfervorecidos que piensan que nos encanta apurar el espacio y aplastarnos mutuamente; simplemente es la forma más sencilla de transmitir la felicidad.
Autor: Marta Asensio