Uno a uno saliendo en cada tema, como si Julio De la Rosa rasgara los cortinajes del El Sol con sus letras desesperadas, iba la banda llenando el escenario. La noche comenzaba, con nuestros pequeños trastornos sin importancia a flor de piel, y nosotros orgullosos de tenerlos, orgullosos de sentirlos.
Con una calma infinita, y mirada perdida que se posaba sobre los que dos escalones más abajo nos encontrábamos, Julio entonaba las notas de sus sabotajes personales. Deslizándose así en la historia de la vida sentimental en la que todos los presentes, puedo apostar y no perder, nos habíamos sentido identificados en alguna ocasión.
Con la elegancia y el látigo como banderas de su fuerte personalidad avanzaba la noche entre besos despechados y amores revueltos donde no sabes si la ida es la vuelta o a la contra.
Ante la belleza impasible y marmórea de Nieves, a los mandos de sonidos que acompañado al semblante serio de Julio, nos llevaban desde un lugar del Algarbe plagado de mosquitos, al más gigantesco grito del “comprended que nunca sienta nada por vosotros”. La grandeza de su líder y la unidad de la banda que le acompañan brillaban en El Sol.
El centro de la capital madrileña ardía en llamas, el coraje y la rabia de algunos de los temas daban paso a que el andaluz se quitara la americana, y los zapatos y se dejara llevar a lo largo de lo que restaba en calcetines y camisa por fuera del pantalón, acompañado de voces femeninas como la de Josephine Boat Beam y Miren Tulsa.
Julio llegaba al final de su Show, en el que te das cuenta de que no sólo has ido a ver un concierto, no sólo has ido a ver un cantante, has ido a ver a un poeta que cargado de sentimientos desgarra uno a uno los temas que saca de lo más negro de su alma.
Pequeños o grandes trastornos, a los que damos la importancia que merecen o a veces que podemos permitirnos, nos ganan cada día más. Volveremos sin duda a ponernos nuestras mejores galas para ver a este caballero que canta sobre desdichas y nos ha convencido de que su música poética está en nuestra mesilla de noche como cura de los días más oscuros.