La música siempre nos ha parecido uno de los mejores pretextos para viajar, para juntarnos con un puñado de amigos que viven a km y compartir la alegría que produce ver a un grupo que te gusta. Por eso la opción que L.A. ponía a nuestra disposición de verles en un show para ellos solos, en una sala, era sin duda la mejor excusa para sacar la agenda y programar el viaje.
Para la banda mallorquina el recorrido de Dualize está a punto de terminar, les ha catapultado fuera de nuestras fronteras llevándoles a tocar delante de grupos internacionales de carreras consolidadas y han llenado algunas de las salas más grandes del país con set list repletos, en los que solo se echaba de menos poder parar los relojes. Todo eso hacía la cita valenciana mucho más especial para nosotros y para todos aquellos que habían agotado las entradas del concierto. Con un pequeño retraso de algo más de media hora por fin subían al escenario Luis y los suyos. Nuestra madrugadora asistencia a la Wah Wah nos había proporcionado un lugar privilegiado en el que poder observar desde muy cerca todos los movimientos y expresiones, siempre nos confesamos amantes de las primeras filas, esta ocasión no iba a ser una excepción.
Comenzaban haciendo gala de sus orígenes y los primeros acordes de la imponente Gretsch ejercían el papel de liderazgo que posiciona a Luis al frente de la banda. El derroche de energía desde la primera canción trasmitía que son una banda compacta en la que todos, incluido el equipo que está situado fuera del escenario, cuenta con la importancia necesaria para que todo se desarrolle con normalidad. Con ligeras pinceladas definían un set list en el que no había demasiado tiempo para charlas, preferían enlazar los temas unos con otros y que disfrutásemos con ellos.
Pero L.A. no es solo rock. Luis lo demostraba cuando se situaba él solo frente a nosotros y le dedicaba una canción a su pequeña June. Con toda la sensibilidad del mundo nos contaba que ella es su motivo para luchar, para seguir adelante cada día… nos lo contaba y nos lo cantaba. Se permitía el lujo también de hacer la versión de la versión acercándose más a Ryan Adams que a Oasis cuando entonaba Wonderwall. Desde ese punto hasta el final de concierto quedaba apenas un puñado de canciones y una caída con el traicionero escalón del escenario de la Wah Wah, de la que Luis se levantaba intacto mientras Dimas, sin dejar de tocar, sonreía divertido.
Así poníamos fin a la última cita marcada con L.A. de momento. Bueno, así y con una ronda de fotos y risas, en la que se mostraban, como siempre, cercanos a todos los que acuden a sus conciertos.
Autor; Shara Sánchez