Este viernes volvíamos a tener una cita musical en Zaragoza. Esta vez, en el Teatro del Mercado: un pequeño pero elegante edificio con mucho encanto, custodiado por Erato y Talía, musas de la poesía y la comedía, que sin duda inspiraron a nuestros anfitriones.
Los cuatro chicos que hacen música bajo el nombre de La Sonrisa de Julia dieron las gracias antes incluso de empezar a tocar. Marcos Casal, el cantante, comentó que este era un concierto especial: “Es la primera vez en esta gira que hacemos un concierto en un teatro y en eléctrico. Así que no vamos a seguir el show establecido y vamos a hablar y a interactuar con el público.”
Por desgracia, eso no es sencillo. Contaron que para ellos, Zaragoza es la ciudad maldita, puesto que es donde menos público suelen tener. A pesar de ello, aquí han tenido lugar algunos de sus mejores conciertos, como repitieron varias veces: lo importante es la calidad, no la cantidad.
De todas formas, esto de la poca afluencia a los conciertos en la capital aragonesa es un claro caso de “No eres tú, soy yo”. Es curioso, pero se tiene un cierto recelo hacia los artistas de fuera de nuestra comunidad. Os pongo un ejemplo real: En 2008 con motivo de la Expo, actuaron en Zaragoza: Carmen París, una cantautora aragonesa que hace jota fusión, y por otro lado, el gran Bob Dylan. Obviamente, uno de los dos tuvo más público: ¿Quién creéis que fue? Digamos que la respuesta tiene apellido de capital europea y no nombre de habitante de una piña debajo del mar. La jotera lo justificó diciendo que “el factor maño” (el ser de la tierra) es muy importante. Está claro que tenemos que abrir nuestras fronteras musicalmente hablando y grupos como este nos lo ponen muy fácil.
Una vez hechas las presentaciones, empezaron con “El viaje del sonámbulo”, que da título a su último trabajo. Nos transportaron desde el principio a un universo onírico, lleno de agradables sensaciones, cuidadas melodías y potentes golpes de batería.
Tras las primeras canciones, el vocalista volvió a agradecer el acto heroico de comprar entradas con la crisis actual. Y añadió: “Estoy muy a gusto esta noche”. “Yo también”, se unió el batería Raúl Delgado. “Y yo”, se sumó Mario de Inocencio, a la guitarra. “Yo también”, concluyó el bajista Diego Irizábal. Fue un gesto muy bonito, pero (llamadme friki que lo soy y mucho) a mi me recordó a una escena de la primera película de El Señor de los Anillos: Están todos reunidos decidiendo quien llevará el anillo a Mordor y Frodo exclama “¡Yo lo llevaré!” y ya se suman todos a lo loco: “¡Cuenta con mi espada!” “¡Y con mi arco!” “¡Y con mi hacha!”. Pues eso, la compañía del anillo pero en nuestro caso más sonriente y con una misión más gratificante.
En algunas canciones pidieron colaboración en forma de palmas, pero no de cualquier forma: Había que llevar un ritmo específico que Marcos nos explicó pacientemente hasta que acabamos pillándolo todos como groupies obedientes.
Otro momento especial fue cuando el vocalista se tomó un momento para cantar “Loco” a solas con su guitarra. Contó que es una canción que le encanta versionar, como hizo hace unos años en un vídeo que tuvo muchas visitas. Aunque las malas lenguas atribuyen el éxito del mismo a que lo grabó sin camiseta. “Pero ahora, tras tener dos hijos, no sería lo mismo”, comentaba el cantante entre risas. “Es que pierde mucho al estar embarazado”, comenta jocosamente Mario. Más allá de la indumentaria, quedó preciosa. Un único foco le iluminaba y al final, surgida de la oscuridad, se añadió toda la banda. Grandes momentos condensados en un pequeño teatro.
Con “Extraño” la potencia disminuyó a favor de la magia: Empezaron a entonar suavemente el verso de “Me sienta bien”. El público lo repitió cual hechizo, en un susurro que nos envolvió y nos hizo sentir que la unión de la banda con el público no podía ser mayor.
Y casi sin darnos cuenta, entre mensajes que transmiten protesta y fuerza a partes iguales (“Nadie me dirá que jamás alcanzaré la cima”) y temas de trabajos anteriores como “Naufrago” que culminó en una estrofa de la mítica “Hallelujah”, la actuación tocó a su fin.
Pero no sin antes regalarnos una última dosis de potencia y buen rollo en forma de canción: “Muévelo” es un tema cuyos autores no conciben tocar para un auditorio sentado. Así que nos comunicaron que habían pedido permiso al alcalde Belloch para poder levantarnos y bailar y que había sido concedido (¡Cómo decirles que no a estos chicos tan majicos y tan agradecidos!). A esas alturas tenían a todo el público totalmente hipnotizado. Así que nadie quedó en sus butacas y todo el auditorio bailoteó guiado por el trotecillo alegre que marcaba el cuarteto.
Ir a un concierto de este calibre no es un gasto, es una inversión más segura que regalarle anti ojeras a un oso panda (cosa curiosa de ver). Anoche apostamos por La Sonrisa de Julia y salimos con la sensación de ser sonámbulos en un mundo gris que se torna brillante cuando escuchas buena música: de esa que hace soñar, ya proceda de un maestro con nombre de Esponja o de un sonriente y risueño grupo.
Os esperamos en Zaragoza. Romperemos la maldición siguiendo el ejemplo felino: Antes se atacaba a los gatos negros, ahora no triunfas en una red social sino los fotografías. Y La Sonrisa de Julia son muy fotogénicos, con embarazos o sin ellos.