Da igual viajar una hora, a 100km de casa, que marcarte un viaje a la otra punta de España para ver lo que Maryland están dispuestos a poner sobre el escenario. Con esa filosofía de vida he ido siempre a ver a los gallegos, me he dejado la voz hablando de ellos, y he gastado teclas diciendo una y otra vez que estos chicos darían que hablar.
He madurado con ellos, sus discos han sido más que meros objetos. Han formado parte de mis días, y en ocasiones mis noches, han acompañado mis lágrimas y han sonado con mis risas. Ellos sin duda, con sus influencias, han sabido marcar las mías y su música se ha convertido en un imprescindible. De esos discos de cabecera sin los que no puedes pasar muchos días.
Con Los Años Muertos, su último trabajo, yo también lancé una moneda al pozo de almas, y acerté, confiando en que lo que para ellos ha sido un cambio que les pedían sus composiciones, para los que observamos desde el otro lado, les ha transformado en un sonido más maduro. Si seguías a Maryland con su cohete de nombre Surprise, ahora es el mismo camino, pero hemos dejado de volar para mantener los pies en la tierra.
Por todo esto, Toledo, y por extensión la Sala Pícaro, era otra cita más que obligada para girar una vez más al ritmo que ellos marcasen. Armados con nuestro confeti, y nuestra declaración de intenciones, nos presentábamos a vivir bajo su reinado una nueva cita en la que todo aquello que no eran ganas de bailar, de disfrutar, se quedaban fuera.
Guiñábamos los ojos, cruce escueto de palabras, y con el primer guitarrazo marcaban el pistoletazo de salida a algo más de hora y media de disfrute. Música por encima de todo. La M, de Maryland claro, cambiaba el filo de las cosas, y todo lo que se extendía por delante era la noche donde de vivir, sonreír y sentir. El click que sientes cuando conectas con algo, o con alguien se repetía, y todas esas sensaciones en inglés o en castellano, se agolpaban para salir con cada canción.
Con calma y una guitarra acústica, lo que no habíamos visto jamás en trabajos anteriores, o con energía directa y llena de garra. Con botas rojas, con una página nueva por delante y la fe en este nuevo álbum cargado de un futuro prometedor. Nos iban dando muchos más motivos para seguir ahí. Cada concierto de Maryland en esta gira será algo nuevo y a la vez algo conocido. Merecerá la pena vivirlo.
Llegaba la hora de la armada de La Caleta del Sol, a sabiendas de que terminaba el Show, y con ganas de que el suelo que pisábamos se llenase de color, disparábamos, sin miedo a la oscuridad, pues ya solo quedaba brillar.
No hago música, hablo de ella, pero si la hiciera, sin duda, querría ser Maryland de Vigo.
Autor; Shara Sánchez