Sin duda Mi Capitán ha sido una de esas bandas que irrumpen en el panorama nacional con fuerza, cerrando algunas bocas y dejando otras abiertas de par en par. Probablemente todos sus componentes han rechazado con una sonrisa cargada de humildad, las etiquetas desmesuradas en esto de la música y se autodenominan “una banda de amigos que hace música para disfrutarla”. Con todo esto refuerzan que la empatía hacía este nuevo proyecto sea aún mayor.
Salvando distancias y comparaciones, han logrado colocarse en un buen número de escenarios, tanto en salas como en los carteles de festivales veraniegos. Para nosotros, aún faltan algunas de las claves para comprender que ha propiciado que este sea el momento oportuno para que nos ordenen drenar el Sena.
LBM – Ahora que hemos drenado el Sena ¿hay razones para volver a llenarlo?
Gonçal – Sí. Dar un paso hacia adelante como el que hemos dado, tomando las decisiones que hemos tomado, embarcándonos en esta aventura, nos demuestra que las decisiones tomadas, esa valentía, es para mirar lo ocurrido de forma muy positiva. La verdad es que he tenido momentos en los que he sentido que vale muchísimo la pena todo el trabajo, a pesar de haber visto otros discos de bandas de amigos, de gente para la que he trabajado, era la primera vez que yo pasaba por este proceso en primera persona.
Me ha costado separar las cosas y poder apreciar lo positivo. Ahora puedo sacar solo lo positivo que hay en esto.
LBM – ¿Habéis encontrado cadáveres en el fondo?
Gonçal – Alguno sí (risas).
LBM – ¿Es un buen riff la forma de acabar con él, quien quiera que sea él?
Gonçal – ¡Qué cabrón! (Risas) La verdad es que sí, la música es el mástil. Lo primero que se ve y sobre lo que se sustenta el resto. La música que más me gusta no es la que más me emociona. La que más me gusta es la que mueve algo oscuro y entraña. Esa música está llena de riffs. ¡Me mueve la mandíbula!
LBM – ¿Se componen mejor estos riffs bajo la cama?
Gonçal – Sí, apaleado, comiendo mierda, salen muchas historias.
LBM – ¿Con Mi Capitán podemos cambiar el “hay que tener amigos hasta en el infierno” por “hay que tener amigos hasta en mi banda”?
Gonçal – Desde luego todos los miembros de la banda son mis amigos. Yo no creo que sea cierto lo del súper grupo, básicamente porque es una banda de amigos.
LBM – ¿Quién cuidará los sueños, el que sale o el que duerme?
Gonçal – El que sale y vive. Yo llevo acumuladas muchas batallas y esto me ha permitido sacarlas, aunque vivirlas las he vivido antes. Es inviable que no haya sucedido todo esto sin controlarlo, yo me sentaba, sacaba alguno de los riffs, algunos acordes, los armonizaba, se los mostraba a la banda y con tres guitarras quedaba maravilloso. Todo ha ido sucediendo sin más. Tengo la sensación de que esto está pasando y yo solo lo vivo, soy testigo. Es la única manera de que sea comprendido, siendo vivido y disfrutándolo.
LBM – Un top cinco de colecciones absurdas que Mi Capitán nunca terminaría.
Gonçal – Pues mira, una de sellos, otra de monedas. Se me ocurre otra de las chapitas de las botellas de Cava. Sobres de azúcar y tarjetas de visita. Por cierto, Sobres de Azúcar y Tarjetas de Visita podría perfectamente acabar siendo un tema (risas).
LBM – ¿Quiénes son los soldados rasos, los que no tienen voz?
Gonçal – ¡Uy, no sé qué contestarte! La banda originalmente se iba a llamar Capitán, el Mi fue una consecuencia, porque ya había una banda con ese nombre. Nos ha favorecido al final. Cuando la gente dice ese Mi, hay algo intrínseco que hace que lo hagan suyo. Se establece un vínculo que se cuela en el subconsciente. Yo pensaba que Capitán era el mejor nombre del mundo y me indignó no poder usarlo (risas).
Volviendo a la pregunta, una vez que has buscado tu lugar ya sabes que está ahí el ascenso.
«La música es el mástil. Lo primero que se ve y sobre lo que se sustenta el resto. La música que más me gusta no es la que más me emociona. La que más me gusta es la que mueve algo oscuro y entraña.» - Gonçal -
LBM – ¿Crees que para que algo salga bien, lo mejor es tomárselo a broma en un principio?
Gonçal – Sí, de hecho yo nunca me tomo a mí mismo en serio. Dentro de mí siempre está esa obligación autoimpuesta de trabajar, atender a los medios, ensayar, intentar ser cada vez mejor, pero en realidad nadie nos ha pedido que hagamos lo que estamos haciendo. No tengo ego artístico, ni esa ínfula de estrellato. Sería feliz trabajando en un huerto, debería haber sido jardinero.
Cuando era muy joven dejé de estudiar, estuve trabajando durante tres años de paleta en una obra. Pensaba que mi vida sería así para siempre, trabajando en un trabajo durísimo, que me casaría con mi primera novia… veía una sucesión de hechos que los demás repetían y que yo no quería para mí. Empecé a estudiar sonido y eso cambió mi vida. Esa decisión, al contársela a mis padres, fue una de las cosas más difíciles que he hecho. Esa fue la primera vez que me replanteé mis sueños perdidos.
LBM – ¿Si el ciego no quiere ver, podemos obligarle a escuchar?
Gonçal – Sí, acaba viendo (risas). El ciego habla de los que comenten la injusticia sobre el ciego. Aquel que no ve, sufre las injusticias de no ver y además es maltratado. En cada estrofa se explican experiencias vividas en las que yo no entendía lo que me estaba pasando, pero aun así me sobrepasaba. Tuvo que pasar un tiempo para que lo asimilara.
LBM – ¿Dónde guardas la música?
Gonçal – Debajo de la cama.