La carrera de Morrissey se ha forjado a base de buena música y polémica a partes iguales. El carisma del que fue vocalista de los míticos The Smiths ha acompañado su camino sobre los escenarios durante todos estos años, en ocasiones incluso superando su trabajo. Su forma de ser, directa, sus constantes declaraciones sobre su manera de pensar y el proteccionismo animal, han logrado que mucha gente deje de observarle a través de su trabajo y lo haga desde un punto de vista personal, desarrollando incluso aversión hacia el músico. Puede que por eso, y por las cancelaciones en sus anteriores citas en la capital, le costase tanto llenar el formato Ring del Palacio de los Deportes.
Pero superando todo, incluso la amenaza de un virus mortal que era la noticia más resaltada el día de su concierto, Morrissey aterrizaba por fin en Madrid. Aguantando frío y lluvia antes de abrir las puertas, conseguíamos colocarnos en un buen lugar desde donde divisar todo el escenario. Esperábamos a un artista invitado, pero la imaginación del inglés iba más allá y nos había preparado como inicio de Show algo a su imagen y semejanza. Sobre la tela blanca que cubría el escenario se proyectaban imágenes antiguas de los Ramones y sus admirados New York Dolls, mezcladas con toros que corneaban a toreros y ganaban de un modo u otro a sus maltratadores. Ovaciones y vítores para los animales justicieros iban en aumento.
Por fin Morrissey y su banda hacían aparición sobre el escenario. Cual Samurais se colocaban unos frente a otros y se saludaban con una reverencia, vestían camisetas que rezaban Mad in Madrid, excepto el jefe. Comenzaba la locura, los fans de primeras filas tendían sus brazos desafiando los límites para llevarse el grato recuerdo de un apretón de manos con el cantante y la música que ha catapultado a Morrissey se dejaba llevar de rincón a rincón por el Ring.
Críticas a la familia real británica, a la que fue su discográfica y sacó su último trabajo al mercado, a los toreros… Tenía palabras amargas para todos ellos. Mezclaba con las proporciones adecuadas música, dureza y esa teatralidad tan característica. Solo él sabe llevar al público al éxtasis sin necesidad de tocar los grandes hits. Quizá el momento más duro, incluso vimos abandonar a gente las primeras filas, fue cuando razonó que Meat is Murder, cantando mientras se proyectaban imágenes de mataderos. Su razonamiento es que la gente debe saber lo que come, en su mirada se intuía ese ya mítico “¿quién escucha a los animales cuando lloran?”.
Durante la hora y media de concierto, Morrissey dejaba claro que está en forma y dispuesto para continuar todo lo que el cuerpo le permita sobre un escenario. Aunque nos hubiera gustado que ese jueves fuera como un eterno domingo, el tiempo se fugaba y decidía poner el punto final a su visita con uno de los himnos de la que fue su banda. La locura se desataba, todos cantábamos al unísono la maravillosa frase “I am Human and I need to be loved”, y desde la primera fila uno de sus fans saltaba a abrazarle mientras Morrissey esbozaba una sonrisa y se santiguaba. Con un saludo al aire, los grandes músicos, que se describen como una familia de hermanos y el humano que les lidera, se despedían de nuestra ciudad y quién sabe si volveremos a ver a Morrissey en Madrid algún día.
Autor; Shara Sánchez