Drones ha sido duramente tratado por una crítica que habla de Muse como una banda que ya no es lo que era. La realidad, es que su nombre y sus discos, han ido siempre asociados a una épica que se saltaba los límites y avanzaba a pasos gigantes sobre las normas establecidas de la música. A día de hoy Muse, han cambiado, se han reinventado y a la vez, siguen siendo los mismos. Sus directos adquieren magnitudes desproporcionadas, redefinen el espectáculo más allá de lo que podemos soñar. Ver un concierto de Muse es simplemente un regalo para los sentidos. Con esto, no es de extrañar que las entradas duren menos de 24 horas a la venta antes de agotarse y que el cartel de Sold Out, luzca durante meses mientras la espera parece interminable.
Madrid, es una de esas citas que no suelen dejar escapar y el Palacio de los Deportes ya ha sido testigo en innumerables ocasiones del ascenso de la banda. Esta vez dos noches consecutivas daban la oportunidad como única cita nacional. Con las entradas atesoradas para el jueves noche, solo quedaba prepararnos psicológicamente para mirar a los Drones a los ojos.
Irónicamente la maquinaria se ponía en marcha, nos advertían que el flash no era una opción para nuestros recuerdos gráficos de la noche, obvio en cualquier concierto, pero si había algo que complicase realmente captarles en una imagen estática era precisamente lo mismo que nos permitía no perdernos ningún detalle en vivo: la experiencia del escenario 360º. El Palacio lucía lleno en todos los rincones y los gritos contenidos tardaban poco en lanzarse al vacío. Matt, Chris y Dominic sonreían al infinito y con su usual contundencia, nos llenaban los oídos de esa potencia desbordada que tanto nos gusta. Quedarse quieto era un reto, como uno solo saltábamos y gritábamos, ellos, no estaban dispuestos a dejar que en ningún momento la atención se desviara o viviésemos la noche por debajo del 100%.
Con una discografía tan amplia como la suya, cargada de temas icónicos, es probable que la lluvia incesante de canciones no fuera a gusto de todos los presentes, pero lo cierto es que faltaron muy pocas canciones entremezcladas con los viajes de Matt a lo largo del escenario. El espectáculo de luces, imágenes y pantallas espectrales hacía del concierto algo soberbio. El estallido final nos envolvía en Mercy, al llenar el recinto de serpentinas y confeti entre luces rojas, un fuego nos consumía, o tal vez fuera el calor de no haber parado de saltar en dos horas.
Con un impresionante sabor de boca, nos daban las gracias y decían adiós, la armónica volaba hasta las primeras filas y Knights of Cydonia daba por concluido este nuevo encuentro. Los bajos luminosos de Chris quedaban enterrados bajo el escenario, la impresionante habilidad de Matt para captar nuestra atención se esfumaba junto a él y Dom lanzaba sus baquetas al aire para que en la pista lucharan por ellas. Enhorabuena Muse, habéis logrado de nuevo que nuestras emociones se detonaran al son de vuestras canciones.
Autor; Shara Sánchez