España está cuajada de todo tipo de festivales. Desde que el indie pasó a ser mainstream, hasta el último pueblo se utiliza para montar el enésimo ‘Nosequé Sound’. No dudo de la calidad del cartel y de la organización de estos eventos, lo que sí os puedo contar es que a todos los une un factor común: polvo, arena, un calor exasperante, gente cuyo estado etílico la lleva a molestar a quienes quieren disfrutar de la música… Y entonces, aparece Pirineos Sur y demuestra que un festival puede durar 17 días y hacerse corto.
El festival oscense ya es mayor, ha celebrado la 23º edición y la experiencia se nota en cada detalle. En primer lugar, Sallent de Gállego, un pueblo de montaña en el que en cada rincón se podría tomar una foto para hacer una postal de estas tipo Heidi. Para recibir a los festivaleros, monta cada año el Mercado de las Culturas: una gran variedad de puestos que ofertan productos artesanales de todo tipo y se combinan con bares y restaurantes de todas partes del mundo en los que puedes merendar creppes acompañados por un té marroquí, cenar en un libanés y beber mojitos de todo tipo de sabores. Todo esto aderezado con espectáculos que recorren sus calles como batukadas, artistas ambulantes y variadas representaciones. Además, hay carpas en las que contemplar exposiciones de fotografía y concienciación sobre el medio ambiente. Solo por la mitad de estas cosas, merecería la pena la visita, pero es que además hay música ¡y qué música!
Quien no quiera renunciar al ambiente anterior, en el escenario de Sallent puede disfrutar de ritmos cubanos y hasta de rap, pasando por todo tipo de música; por algo se trata de un festival plural. Pero la verdadera joya de Pirineos, es el escenario de Lanuza: rodeado de naturaleza, entre las montañas, el escenario flota (literalmente) en un embalse pirenaico que sería mágico incluso sin sonido. Sentarse al borde del pantano y emocionarse con tus grupos favoritos provoca una sensación de felicidad solo equiparable a la que sienten los ancianos de anuncios de dentaduras postizas cuando por fin encuentran un buen fijador. Eso sí, la chaqueta, abrigo o batamanta no va a sobrar.
Y es que Luís Calvo, director del festival, se ha encargado de condensar en dos semanas no solo lo mejor del panorama aragonés o nacional, sino también a grandes figuras internacionales como Suzanne Vega o Imelda May. Ha conjugado a artistas consagrados con otros no tan conocidos pero de gran calidad. Por tanto, lo que hace a este festival único e incomparable (además de que el recinto le da mil vueltas al de cualquier otro festival) es la diversidad: los grandes críticos musicales coinciden en que Eva Amaral y Carmen París tienen dos de las mejores voces de este país (y probablemente en esta frase sobre el “dos de”) pero como sus estilos son aparentemente opuestos, nadie se habría atrevido a juntarlas. Y va Pirineos Sur y las hace cabezas de cartel, ¡olé su valentía! Era un éxito más que garantizado. Al año que viene, no lo dudéis, este sur es el mejor para pasar frío.