Dispuestos a ser acróbatas y a adentrarnos en el Daño Universal de la mano de Reikiavik, nos presentábamos en la Boite con algo de pena por no haber llevado nuestra pala para hacer homenaje al clip que han grabado, pero no teníamos claro poder explicar que hacíamos con una pala en medio de la Gran Vía madrileña.
Es habitual encontrarse a los chicos de Reikiavik como público en los conciertos de otras bandas o solistas, poniendo de manifiesto de esta forma que la música es para ellos algo imprescindible. Tienen muy claras sus referencias, que no siempre están entre los grandes solo en nombre, sino entre grandes músicos, y eso es algo que a la hora de materializar sus canciones recibimos sintiendo la exigencia en ellos mismos.
Con nervios contenidos mirando al frente salían al escenario bajo los led que rezaban su nombre. Todo su disco plasmado en el Set, algunas canciones de su Ep también tenían el coraje de salir a acompañarles sobre el escenario. Coros entre los presentes. Con tan poco tiempo de vida este disco ya nos ha calado a más de uno, y eso se notaba en la Boite.
Nos deshacíamos entre un Septiembre que acaba demasiado pronto, danzando Alrededor de la tierra para eliminar el abismo que nos separa y transformarlo en uno donde nos lanzábamos con los componentes de la banda. Pues llegado cierto momento del concierto el feedback era tal, que tanto ellos con las puntas de los dedos podían acariciar nuestros sentimientos a flor de piel, como nosotros podíamos sentir la música habitando dentro.
Bromas con las dimensiones de la Sala, palmeras que van y vienen, pretensiones, objetivos y ganas. La actitud lo es todo sobre el escenario, y de eso, podéis creerme, Reikiavik van sobrados.
Sin estar preparados para ello, nos atacaba el Plan de despedida número 2 con un sincero adiós y cuídate. Tiempo final para un abrazo, unas palabras pegadas al paladar y con miedo de salir por si estropeaban el momento. Nos vemos en la próxima.