Fernando Alfaro es un artista no un profesional de la música, supongo que a su pesar. La ideología profesional implica demasiadas molestias extraordinarias a las del músico-artista. Una de ellas es la de mandar un mensaje claro a tus clientes, saber cuando presumir o estar atento al mercado. Si alguna vez el susodicho se ha acercado a todo esto, yo no me he enterado.
Le sigo desde Los diarios del Pétroleo (2001) con apasionada intermitencia, así que apenas conozco sus trabajos anteriores con Surfin Bichos. El disco que ha repasado en la sala But dentro del nuevo ciclo Sound Camp es de los Bichos, de 1989 y enterito compuesto por él, La luz en tus entrañas. Pero había más. Avanzaba canciones de Saint Malo, que sale este mes de Mayo. De 1989 a 2015 no veo grandes diferencias en su música, en su lírica, sonido aparte porque esta noche fue acústica. A mí su persistencia me parece estupenda.
Repitió tímidamente hasta tres veces que iba a intercalar canciones de ambos trabajos, 25 años no son nada y, parecía un accidente pero no lo fue. Claro que si hay diferencias entre las nuevas y las viejas, pequeñas son. La más aplaudida de las nuevas tiene un estribillo absurdo y lleno de fuerza, “no sé porque me ronda por la cabeza una palabra, Cucurbitácea, Cucurbitácea, Cucurbitácea…”. Menos proclamas, mucho más juego. Según la Wikipedia, las Cucurbitáceas son “una familia de plantas oriundas en su mayor parte del Nuevo Mundo, normalmente herbáceas”. Por si alguien se preguntaba…aunque no importa un pimiento para disfrutar de la canción. “Temazo” gritó un fan desatado desde su silla de plástico-tipo terraza.
Lo que no cambia es su bonhomía, el sentimiento trágico y absurdo que transmiten sus canciones, llenas desamores y accidentes, de verdad y de mentira. A todo esto, Fernando cantando con un escenario “Camp” para la ocasión, cabaña, cielo estrellado, pájaros proyectados, sólo faltaba el oso Yogui quejándose. Sus canciones asustarían a los domingueros, que volverían a la ciudad a rumiar sus dolores, y Yogui se quedaría sin nadie a quién robarle la merienda.
Autor; Juan Parejo