Últimamente cada noche en Madrid es la noche de los eventos, el otoño ha venido cargado de buenos e irresistibles planes, y el pasado sábado no era menos. Con la agenda llena de citas, empezamos a hacer tachones hasta que nos quedamos con una que teníamos marcada desde hacía tiempo, pues juntar a una banda valenciana, a una gallega y a una madrileña sobre el mismo escenario, es reclamo más que suficiente como para saber que la noche será algo memorable.
Entrábamos en la Caracol, con las cortinas a punto de abrirse para mostrarnos a Supermosca, y entre el público muchas caras conocidas que abanderan proyectos musicales. Sonaban potentes los valencianos, con una contundencia rockera que nos confirmaba como iba a ser la noche. Destornilladores, juegos de palabras o palmas eran sus armas para que en la memoria de todos los presentes se quedara grabado su paso por la capital.
Segunda apertura de telón, y ya con el calor en la sala el sonido de Holywater enmudecía a todos. Los que ya hemos pasado por un espectáculo de los vigueses tenemos clarísimo el sonido ensordecedor que su música cobra sobre el escenario. No hay carencias, ni bajadas de ritmo, marcan un espectáculo de principio a fin lleno de carisma, hecho a medida de los que les atienden. Exprimían su tiempo al límite, cruzando breves palabras, su nombre y el resto de información la descargaban a través de guitarras, y voces.
Última hora de la noche, los que jugaban en casa subían al escenario con todo lo que les ha llevado hasta aquí. Nuestra historia de amor con Pasajero lleva ya un largo bagaje, y sin duda en cada cita que tenemos con ellos nos demuestran el por qué. Sonrisas de medio lado en sus rostros anunciaban ese, “abrid bien las orejas, y si queréis podéis entornar los ojos, esto empieza, y va a sonar al mismo nivel donde lo han dejado los Holywater”. Da igual el Set, da igual el orden o el lugar donde suenen, es una increíble sensación que el desconocido que se encuentra a tu lado te mire, y se acerque a ti para decirte “que buenos son”.
Nos encontrábamos en uno de los puntos más álgidos cuando Dani Arias, tenía el coraje de descubrir la penúltima sorpresa de la noche. Nuestra intuición y algunas de las señales, como un micro y una pedalera, ya nos hacían presagiar que alguno de los músicos allí reunidos iba a tener el valor de dar la cara, y con ella la voz, mano a mano con los protagonistas. Subía así Víctor Cabezuelo al escenario. Aplauso contenido, y sin más nos dejaban una versión única donde comprendíamos que Tritourar las guitarras, las canciones, las ganas, y las emociones, era justo lo que estábamos presenciando. Cualquier palabra que podamos usar para describir el momento seguramente se quede corta frente a la energía que todos los componentes de la banda y su invitado, usaron para transmitir esa canción.
Y si ya habíamos tritourado las guitarras le llegaba el turno a la sección de graves. Couceiro que durante todos los conciertos es uno más de los asistentes, cambiaba el puesto y se disponía a hacer ruido. Tomaba la responsabilidad de mostrarnos que lo demás no importa, y se alíaba en el baile final para que el trance fuera la única opción.
Sudorosos, con sonrisa de felicidad, apurando nuestro último aliento, y como si nos miráramos en un espejo que nos devolvía la imagen de una banda que cada día está más consagrada, cerrábamos el telón. Tocaba recoger, y cargar los instrumentos, el Tritour no ha hecho más que comenzar y muchas ciudades les esperan.
Autor; Shara Sánchez