En ocasiones, sabemos que las cosas que iniciamos tienen un final, pero cuando hemos disfrutado con ellas sin medida, solemos resistimos a dejarlas acabar. No queremos que se consuman entre los dedos todos aquellos sentimientos que despertaron desde su inicio. No queremos que los puntos suspensivos que enlazaban un encuentro y otro se conviertan en un punto y aparte. Básicamente, eso era lo que íbamos intentando digerir de camino al Palacio de los Deportes el pasado viernes. Decirle adiós a La Deriva era un trago que no queríamos digerir, puede que por eso fuéramos de los que eligiésemos el viernes, el sábado era demasiado duro como para enfrentarse a ello. La gira ha hecho historia, ha cambiado la percepción de muchos. Sin duda se acababa, pero a la vez perdurará para siempre.
A nuestra llegada nos encontrábamos un despliegue de seguridad sin precedentes. Mirásemos donde mirásemos, Policía, cacheos y largas colas en los accesos, se mezclaban con emoción y nervios. Esta vez, nueve mil personas se preparaban para vivir el penúltimo concierto en España de La Deriva, nueve mil valientes le plantaban cara al miedo y con su decisión gritaban en silencio que la cultura está por encima de las amenazas. Tomábamos posiciones en la pista, éramos uno más en el complejo engranaje que movía la emoción, recorríamos la inmensidad con ojos inocentes, la calma tensa que precedía el evento atravesaba gélida el Palacio; el adiós era un hecho a pesar de nuestra resistencia.
Por fin, los componentes de Vetusta Morla aparecían sobre su atalaya y sin mediar palabra, siguiendo su protocolo de ejecución, daban comienzo. La sensación reinante era que a través de sus miradas de concentración podíamos colarnos dentro de las letras y la música. Estaban dispuestos a ser, una vez más, el vehículo que nos hiciese viajar hasta ese mundo imperfecto que describen y que tan familiar nos es ya. Luchaban contra la adversidad, limando con esfuerzo los problemas de sonido que pretendían estropear la noche. Le echaban la intensidad de su cosecha y conseguían, sin lugar a dudas, grabarlo en la memoria colectiva a pesar del disgusto. Realmente, se ganaban a pulso la frase reinante de “juegan en otra liga”. Uno tras otro, los temas que componen sus tres discos se lucían, acompañados de esos dos pequeños regalos de factura más reciente. Todos y cada uno de ellos fueron coreados con la misma intensidad por parte de su público.
Cuando el final estaba cerca, desataban la locura. Ni ellos ni nosotros queríamos dejar una pizca de aliento sin gastar, como si de algo deshonroso se tratara expirar esa energía cuando ya nos hubiésemos marchado. Los himnos que llevaron a Vetusta Morla a un escenario de esas dimensiones, sentenciaban que era más que merecido repetirlo de nuevo.
Ahora, en este momento, La Deriva ya es pasado. Ahora miramos hacia el futuro deseando que estos seis chicos que un día se decidieron a dar un salto mortal, sigan cortando nuestro aliento cuando deciden subirse a un escenario.
Autor; Shara Sánchez
Pics; Toe