Ojalá nos hubiéramos podido quedar para siempre a vivir en el reino de la Santa. Ojalá allí, clavados en la belleza del Lara, con los ojos puestos en Zahara, mientras nos deshacía con su voz y con sus encantos. Mientras la música brotaba de las manos de todos ellos, banda y Santa, como si de una encantadora armonía se tratase. Nunca encontraremos palabras a la altura de lo que esa noche sucedió. Es imposible encontrarlas, porque a día de hoy, no se han inventado.
La melena rubia reposaba sobre su espalda y con gracia lucía la portada de Santa convertida en cazadora de brillos para la ocasión, dejando claro que su magnificencia todo lo puede. Pero no era la única sobre el escenario, los tiempos en los que ella sola con su guitarra sobre los brazos eran los protagonistas, han tomado su punto y seguido. Ahora, rodeada de cuatro chicos tan talentosos como ella, es capaz de hace vibrar a un teatro con sus tres plantas llenas a rebosar. Sonrisas de espejo, de esas que lucen artistas y público. Emociones a flor de piel y muchas ganas de ver como se las apañaban estos salmos cara a cara. Mirases donde mirases podías observar como el silencio, tan intenso que se palpaba, tomaba forma. Ella, encantadora, con esa afabilidad que la caracteriza, daba comienzo y desde ese pistoletazo, durante una hora media sin interrupciones, lograba que cada alma allí congregada no quisiera más que adorarla. Todos uno a uno repitiendo con suavidad todo lo que nos ha enseñado en este nuevo trabajo, lo suficientemente bajito como para no molestar, lo suficientemente despacio como para que alcanzase la dulzura con la que ella lo hace.
Con insistencia nos instaba a abandonar las butacas, nos retaba con ritmo, colgándose incluso una guitarra eléctrica y modificando para siempre la imagen grabada de algunos sobre su tranquilidad. Está claro que esta Z renovada, quiere agitar teatros, salas y todos los festivales a los que ha sido convocada. Pasaba de Santa a Gigante bajando uno a uno los cuatro escalones que la separaban del pasillo central del teatro y como si reconociera el terreno para más tarde ponía toda su atención en los principios y finales. Héroes, universos, momentos rescatados de la memoria desfilaban con ella, se desenredaban entre sus dedos. Mágicamente los minutos parecían, a medida que avanzaban, volverse más intensos.
Con las uñas desenterraba aquellos sentimientos a los que un día velamos con El Funeral y al volver a mirarlos cara a cara, nos dábamos cuenta de que no podían haberse tornado más diferentes. En trance, habiendo abandonado por completo nuestras localidades, acogíamos sus ganas de bailar con nosotros, pues parecía que así sería menos doloroso poner final a esa noche tan maravillosa.
Queda claro que somos frágiles, aunque ella no nos lo dijera esa noche, solemos someter nuestros cuerpos a sobredosis de emoción y distancias largas que nos matan lento, no tenemos tiempo. Lástima que no tengamos más tiempo.
Autor; Shara Sánchez
Pics; Toe